Mario Jazmín
 

Los pueblos van venciendo coyunturas cuando estas alcanzan su punto de maduración. Dueños de una historia inicial un tanto traumática por el éxodo obligado desde Villa Occidental hasta nuestras tierras de hoy; ganando y perdiendo jerarquías institucionales como capital de los territorios del chaco y luego como capital del Territorio Nacional de Formosa, nos preguntamos: ¿Qué mérito pudimos haber hecho los territorianos para convertirnos en dueños de nuestro propio destino?

Y nos respondemos que tal vez es el mérito indiscutido de haber soportado justamente la situación de territorianos. De haber sido hijos del rigor político indeseable de un centralismo inconstitucional, en una tierra maravillosamente acogedora, habitada por una sociedad pacífica y honesta, abierta de brazos y alma, fruto de una mezcla europea e indoamericana que aún busca su identidad definitiva.

Creo que la coyuntura política nacional nos hizo provincia. Coyuntura que exigió del esfuerzo y del patriotismo de comprovincianos para lanzar con valentía hacia la república, el grito de igualdad constitucional como integrantes de la patria federal desde nuestra posición de desheredados políticos en una tierra de entrega.

Se necesitaron decisión y coraje para asumir las responsabilidades del legítimo reclamo, aunque puede ser que las perspectivas de asomarnos a un nuevo destino le dieran fuerza a quienes tuvieron el protagonismo de la construcción de esa bisagra fundamental para nuestro presente, que pusieron el empeño necesario para construir ese templo democrático que exigía los dos poderes políticos y el judicial.

Y nos hicimos provincia asumiendo la responsabilidad de poner sobre nuestros hombros la carga de la organización institucional y posterior ejercicio cívico; recorriendo estos cincuenta años de vida provincial sobre caminos lisos o escabrosos según las metas y circunstancias. Cincuenta años de infancia, al aprender a caminar; d adolescencia, al titubear convicciones y de adultez, al llegar a un presente promisorio con miras hacia un futuro optimista.

 

 
 

Y si así fue ¿cómo no entender en profundidad el anhelo gubernamental de rendir honores a nuestros comprovincianos hacedores hace medio siglo de los cimientos sobre los que hoy pretendemos edificar?
Y si así fue, ¿cómo no superar diferencias individuales para empujar todos juntos hacia delante un modelo de inclusión provincial que pretende asistir a todos en la medida de lo posible?

Cincuenta años es poco o mucho para los pueblos porque un segundo puede ser una eternidad. Pero para los formoseños, el cincuentenario de nuestra institucionalización es un año de conmemoraciones y recordatorios justificados totalmente por lo que fueron y por lo que serán los años venideros apoyados en ese ayer de desafíos.

Hoy, el presente, después del reconocimiento nacional de una reparación histórica innegablemente justa, se nos presenta pleno de perspectivas para un desarrollo económico basado en lo que tenemos y en lo que somos y un crecimiento moral y espiritual basado en nuestra cultura plural.

Sin subalternidades ni huecas alabanzas, debemos usar la gratitud y el reconocimiento del esfuerzo de gobernantes que más allá de brindarnos obras que nos enorgullecerán siempre como la costanera Vuelta Fermosa, se preocupan por generar en todo el interior provincial el espacio necesario para el desarrollo de un hombre nuevo instrumentado en la cultura del esfuerzo, del reconocimiento y de la gratitud.

Los festejos realizados con la participación de delegaciones de toda la provincia para recordar a sus antepasados sintetizan de alguna manera la pujanza de una sociedad que busca crecer entronizando la fe y la esperanza como herramientas de nuestro presente, recordando nuestro pasado para tomar fuerzas y encarar nuestro futuro con metas que apunten al hombre trascendente y lograr así, con dignidad, la felicidad del pueblo formoseño, para orgullo nacional.

   
   
9 -Septiembre de 2005
 
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