Y
si así fue ¿cómo no entender
en profundidad el anhelo gubernamental de rendir honores
a nuestros comprovincianos hacedores hace medio siglo de
los cimientos sobre los que hoy pretendemos edificar?
Y si así fue, ¿cómo no superar diferencias
individuales para empujar todos juntos hacia delante un
modelo de inclusión provincial que pretende asistir
a todos en la medida de lo posible?
Cincuenta
años es poco o mucho para los pueblos porque
un segundo puede ser una eternidad. Pero para los formoseños,
el cincuentenario de nuestra institucionalización
es un año de conmemoraciones y recordatorios justificados
totalmente por lo que fueron y por lo que serán los
años venideros apoyados en ese ayer de desafíos.
Hoy,
el presente, después del reconocimiento nacional
de una reparación histórica innegablemente
justa, se nos presenta pleno de perspectivas para un desarrollo
económico basado en lo que tenemos y en lo que somos
y un crecimiento moral y espiritual basado en nuestra cultura
plural.
Sin
subalternidades ni huecas alabanzas, debemos usar
la gratitud y el reconocimiento del esfuerzo de gobernantes
que más allá de brindarnos obras que nos enorgullecerán
siempre como la costanera Vuelta Fermosa, se preocupan por
generar en todo el interior provincial el espacio necesario
para el desarrollo de un hombre nuevo instrumentado en la
cultura del esfuerzo, del reconocimiento y de la gratitud.
Los festejos realizados con la participación
de delegaciones de toda la provincia para recordar a sus
antepasados sintetizan de alguna manera la pujanza de una
sociedad que busca crecer entronizando la fe y la esperanza
como herramientas de nuestro presente, recordando nuestro
pasado para tomar fuerzas y encarar nuestro futuro con metas
que apunten al hombre trascendente y lograr así,
con dignidad, la felicidad del pueblo formoseño,
para orgullo nacional. |