Arq. M. L. Hertelendy – Arq. M. Beatriz Saez
   
Dentro de la Villa Formosa, en un lento proceso, fue dándose la progresiva ocupación del área urbana, que en rigor, hasta las primeras décadas de nuestro siglo, llegaba apenas hasta la Plaza Central. En una fotografía de 1916, tomada desde lo alto de la antigua torre de comunicaciones ubicada en aquella, puede verse el desarrollo de la Av 25 de mayo, algunos pocos tramos de veredas, las plazoletas centrales marcadas y al fondo, maza de eucaliptos plantados en ocasión del Centenario de la Revolución de Mayo (1910). Las construcciones dispersas formaban un triángulo cuya base se extendería sobre la costa del río, y su vértice estaría ubicado en el monumento a San Martín, dentro de la mencionada plaza.

A treinta años de su fundación esta imagen manifiesta claramente las determinantes espaciales que primaron en el desarrollo urbano: el fuerte eje estructurador de la Avenida, y el río con su puerto como elemento de vinculación con el resto del mundo. En Formosa, no se cumplió con la tradición urbana que tomaba a la plaza como punto focal, a partir del cual se daba la vida social, política y religiosa; desde un principio, todas las actividades cívicas se dieron dentro del perímetro de este triangulo costero. De hecho, ninguno de los edificios públicos significativos, ni de gobierno ni religioso, fue ubicado en torno a la plaza central.

Esta misma, como tal, mas allá de su presencia virtual en el trazado, no fue incorporada a la vida urbana sino después que la ciudad había alcanzado un alto grado de desarrollo.
Durante los primeros años, el espacio publico que acaparó la atención del pueblo y gobierno fue la desaparecida Plaza Almirante Brown. Tal como el primer delineador de la ciudad había supuesto, el paisaje y el disfrute del río Paraguay en esta bellísima perspectiva que ofrece la “vuelta Fermosa” constituyeron siempre un verdadero privilegio, y lógico era suponer que un espacio público de uso oficial debía localizarse junto a él.

La plaza BROS estuvo perfectamente dispuesta para este fin, y con sucesivas mejoras en obras, y el cuidado de la comunidad que se da espontánea y naturalmente cunado estas son aprehendidas afectivamente, llegó a constituirse en verdadero orgullo ciudadano. Año a año, pasados los primeros tiempos de dificultades, fue recibiendo primero árboles “de adorno”; en 1887 un kiosco para la banda de música; en 1897 una “fuente monumental”, dos glorietas; y, luego una importante escalera de troncos de palma que la vinculaba con el punto de embarque de los pasajeros.

Como lugar de encuentro social, se complementaba con las plazoletas para los actos cívicos. Los festejos del primer centenario de la Revolución de Mayo se programaron en ellas, plantándose en conmemoración los eucalipto, algunos de los cuales aún persisten (los ubicados entre las calles Moreno y Rivadavia), y levantándose una réplica de la pirámide de Mayo, donada por la colectividad española (ubicada entre las calles Moreno y Dean Funes).

Hoy, puede observarse el monumento a San Martín, inaugurado el 12 de octubre de 1913, como remate del gran eje de la avenida, en medio (en aquel entonces) de una plaza desierta, apenas definida como tal por el obligado cerco de alambres y un sendero central, sin nada que indicara una voluntad comunitaria de uso pleno y efectivo. En 1914 sus cuatro hectáreas habían sido transferidas al dominio municipal por parte de la Gobernación.

En rigor, la vida urbana del pueblo comprendía un pequeño sector de todo lo trazado. Una Ordenanza de 1905 refleja claramente este hecho, expresando: “Art. 1º: Recuérdase al vecindario de esta Capital que es terminantemente prohibido tener cerdos, ovejas, vacas lecheras o terneros guachos, dentro del perímetro comprendido entre las calles San Martín, Maipú, Buenos Aires e Industria” (Buenos Aires se denominaba entonces a la calle Mitre, e Industria a la actual calle José Maria Uriburu). Esta era el área central, merecedora del cuidado y atención del pueblo.

   
3 -Septiembre de 2005
 
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