En
una realidad donde el pensamiento ha perdido
contacto directo con los contextos del acontecer histórico
la construcción de un tiempo nuevo con una generación
que quiere escribir otra historia desde la acción,
con bases en el pensamiento Nacional, es un atisbo de
esperanza para la comunidad argentina, y porque no, Latinoamericana.
La
sociedad y el hombre enfrentan en estos tiempos
una planificada crisis de principios y valores. Acaso
una de las más profundas que se hayan registrado
en la historia de la humanidad. Con sistemas sociales
que gratifican el éxito y no la construcción,
potenciando el tener por encima del ser. Instalando en
el planeta el pensamiento global de despilfarrar masivo
en todos los ordenes, incrementando la producción
de bienes innecesarios o superfluos, poniendo el acento
en aquellos de poca duración, porque la renovación
produce más utilidades. Gastando millones en inversiones
para cambiar el aspecto de los artículos y las
ondulaciones de la novedad. Y desde allí instruyendo
dogmáticamente a generaciones en crecimiento una
sola manera de pensar; tanto tengo, tanto gasto, tanto
soy.
Así
presentada la cuestión, parece un problema
de las Megapolis, que tienen sociedades casi cibernéticas,
cuyas únicas preocupaciones son el tiempo de cambio
de una tecnología a otra más avanzada, con
sus costos sociales lejos de nuestra realidad. Lastimosamente
no es así. Este escenario globalizado hace mucho
tiempo se ha instalado entre nosotros. En nuestra sociedad
provinciana, casi aldeana, que también es argentina
y latinoamericana, los vaivenes de la onda global entran
por todos los sentidos, los tenemos en nuestros hogares,
con la radio, la televisión, etc. O en los centros
educativos de cualquier nivel a través de las redes
de INTERNET, a cuyos contenidos gran cantidad de docentes
confieren rigor académico.
Estamos
ante un enemigo formidable, que produce en las filas de
nuestras juventudes bajas alarmantes, y al que solamente
se lo puede enfrentar desde la continuidad de un pensamiento
con sustento cultural propio, y para nuestra raigambre
histórica; cristiano.
Este
pensamiento se sustenta en la valoración
que damos a nuestra historia, la importancia capital que
otorgamos a la pertenencia a esta tierra generosa, y es
la única herramienta, que puesta en la acción,
organiza a la sociedad hacia la edificación de
un futuro realmente propio. Pues esta organización
cimentada sobre la base de una ideología común
que reúne a hombres que sienten de la misma manera,
es lo único que nos lleva más allá
del tiempo y puede triunfar sobre él.
Desde
la realidad de este pensamiento en acción,
que es lucha y dignidad, los formoseños estamos
escribiendo la historia. Reconocidos en nosotros mismos;
en nuestra pertenencia a la historia nacional; en nuestro
compromiso federal, estamos integrados al pensamiento
nacional que confluye hacia una necesaria realidad nueva.
A este pensamiento en marcha que ha demostrado que podemos
vivir si arrodillarnos a la usura, sin pactar con las
reglas de los poderosos, y que es el que apuntala desde
su dignidad la esperanza de la gente.
La
realidad de la contracultura global en nuestra
sociedad es cruel. Los costos que pagamos desde nuestras
generaciones más jóvenes son extremadamente
altos. Es tiempo de fortalecer nuestras propias concepciones,
especialmente las que nos lleven a enfrentar con posibilidades
ciertas las ofertas destructivas de la globalización.
Para ello debemos seguir fortaleciendo nuestro pensamiento
como pueblo, afirmando nuestra identidad y nuestro compromiso
con el porvenir. Debemos generar desde nosotros mismos,
como sociedad, los anticuerpos para restañar las
heridas que esta guerra subliminal produce en nosotros,
especialmente en los eslabones más débiles
de la cadena social.
Formosa
es una Comunidad Organizada que necesita de todos en la
construcción del mañana. Desde cada ámbito
aportando al Modelo de Provincia. Solamente juntos se
puede.