Teodoro Babbini
 
Cuando llegué a esta ciudad en el año 1977, a fin de tomar posesión del cargo de: en aquel entonces, “Secretario Técnico de la Inspección seccional de Escuelas Nacionales en la Provincia de Formosa”, alcanzado atento al último Concurso de Ascenso de Jerarquía habido según Ley 14473 “Estatuto del Docente Nacional”, me encontré de inmediato como si estuviese en mi propia casa.

Pues los Supervisores que ejercían en ella, más que colegas, fueron verdaderos amigos –igual que si nos hubiésemos conocido desde siempre- quienes me ofrecieron no solo su amistad, sino todo tipo de colaboración dispuestos a ayudarme en lo que pusieren resultarme útiles.

¡Qué hermoso y emotivo fue para mí, ese proceder!

El Sr. SÁNCHEZ, a cargo de la Seccional, los inspectores Carlos de Jesús Medina, Carlos Córdoba, Andel Del Águila, , De La Rosa, Asprelli, Boratto, Lettieri, el Jefe Titular: Avellán Pellegrino, como así también todo el personal administrativo y adscrito, fueron de inmediato mis desinteresados, espontáneos amigos y colaboradores que conformaban la gran familia docente dentro de una pequeña oficina, pero plena de corazones hermanados por un solo objetivo “ el de la educación en todo el ámbito provincial”, tres o cuatro de ellos jubilados ya, fallecieron.

Puedo afirmar sin temor a equívoco que la docencia formoseña en cada uno de los mismos significo el viaje sin regreso de quienes mas que Superiores, fueron “GRANDES DOCENTES” que visitaban las escuelas para ofrecer sus sugerencias, sus consejos, sus orientaciones, sus experiencias.

 
 

Exactamente igual me sucedió cuando las Escuelas Nacionales Primarias, pasarán a las provincias en 1978. Colegas, amigos, compañeros, nos recibieron a todos como comúnmente decimos, con los brazos abiertos.

De inmediato se conformó un grupo unido por un mismo ideal, “El de la educación formoseña”; a través de cada uno de ellos, yo, que venía desde afuera, “Santa Fe”, fui conociendo las costumbres, las privaciones, las necesidades, la vida sacrificada que por distintas razones: “falto de agua, potable, luz eléctrica, medios de transporte, vetustos edificios, asistencia médica, etc. etc. etc. Debían llevar los maestros de diferentes zonas del interior” para cumplir con la sagrada, casi mística misión de la docencia”.

Gracias a Dios y la constante preocupación de nuestro gobierno, ¡Cuánto ha mejorado para bien de niños, de las comunidades, la enseñanza! esos tristes recuerdos ya pasaron a conformar la penosa historia de la educación en la provincia de Formosa.

Debo confesar que ante lo expuesto, he agradecido a Dios me haya inspirado para que elija Formosa, de entre las nueve provincias en que ganara en el mencionado concurso.

Solo los que venimos de afuera, podemos valorar la grandeza humana que se encuentra en esta provincia. Por ello reafirmo lo que en otra oportunidad ya dijera:

“Formosa, no solo es el portón del norte argentino, sino es el portón que abre sus brazos para recibir a todos aquellos que quieran venir a radicarse en ella”.

 
 
 
9 -Julio / Agosto de 2005
 
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