Mientras fijo estos recuerdos de momentos tan lejanos en el tiempo, vuelvo, con inmensa emoción a rememorar un hecho trascendente para la historia institucional de nuestra provincia. Este júbilo de junio, esta fiesta feliz del recuerdo, este evocar el pasado en el presente, obedece a la reafirmación de nuestra identidad formoseña, que tiene la virtud de no olvidar sus raíces. Mostrar lo que quiere ser: una apuesta al futuro después de haber abierto a machetazos una selva.

Han pasado cincuenta años, medio siglo. Fue en el otoño de 1955. Una tarea inquietante para Formosa que movía con inusitada ansiedad la opinión pública; viejo sueño de llegar a la provincialización.
La oportunidad marcó su hora. Nos bastó coordinar esta abrasadora pasión de independencia, que convertiría a nuestro territorio, en un nuevo patrón cívico, una nueva estructura política, social y económica, que cambiaría totalmente el curso de la historia: viejos cánones territoriales que entorpecían su evolución y desarrollo.

En verdad, no tengo la elocuencia suficiente para describir ese tiempo del esfuerzo cautivante, con precarios medios económicos. Tan precarios que, en víspera ya de la fecha de la audiencia del cinco de abril nos lanzamos apresurados, corridos por el tiempo y llegamos a Resistencia. Una delegación numerosa sin medios para continuar viaje. Fue entonces que, gracias a la gentileza del gobierno del Chaco (señor Gallardo y señor Kosamé, de quienes conservo el mejor de los recuerdos) quiénes nos facilitaron los pasajes para continuar. Aquello fue una odisea de la más pintoresca. Nos pasamos cantando y vivando a Formosa, toda la noche de nuestro largo viaje, en segunda clase de un vagón del ferrocarril, hasta llegar a Buenos Aires.

Todo esto es un recuerdo permanente de aquel antiguo clamor, aquella vibración de la calle, ese gesto valiente, entusiasta y rigurosamente solidario de todo el pueblo de Formosa.
Era un espectáculo magnífico la fuerza de esa pasión demoledora. Son recuerdos imborrables que alimentan y entretienen la plácida intimidad de este otoño prolongado de mi vida.

Transcurría la segunda presidencia del General Juan Domingo Perón, gran visionario del futuro republicano. Un hombre impregnado de un sentimiento de igualdad social y humana, que supo despertar a los territorios nacionales de su largo letargo. Fue entonces que, con la firmeza esperanzada de una vida mejor organizada institucionalmente y, consciente de su madurez política, el pueblo de Formosa asumió la lucha por su ansiada soberanía.

Es de justicia hacer notar que esta decisión soberana estuvo estimulada por el Gobierno Central en representación del entonces Tte. Cnel. Martín Martínez (formoseño) que nos trajo la buena nueva del momento propicio para la concreción de ese nuevo paso hacia el devenir con que soñábamos.

 

Y, en esa mañana de otoño, del cinco de abril de 1955, en el Salón Blanco de la Presidencia de la Nación, colmado de una multitud entusiasta de formoseños que habían acompañado a la Comisión Directiva y ante la presencia del Gabinete Nacional, expuse al Señor Presidente de la Nación, con toda la humildad, y la emoción de los hombres de tierra adentro, los fundamentos de las inquietudes libertarias del pueblo de Formosa.

El Gral. Perón, con cierto dejo de emoción, y haciendo uso del viejo lema justicialista "Que el pueblo es el único artífice de su destino", y con esa especial forma de mirar la dimensión del porvenir de los pueblos de su país, nos prometió la provincialización de Formosa. El 28 de Junio de 1955, con la promulgación de la Ley, se produce el feliz advenimiento de nuestra provincia.

Quedó atrás, muy atrás, aquel largo período de aislamiento, soledad y olvido de los territorios nacionales. Esa injusta asimetría de nuestra historia nacional, en contra de los sagrados principios de igualdad ciudadana de nuestra Constitución Nacional. Hoy nuestra próspera provincia se proyecta hacia el país desde un perfil productivo vinculando eficiencia y competitividad. Grandes posibilidades que le da su política de inversión en infraestructura, extendida por toda la provincia.

Zonas inhóspitas como el oeste que, gracias a la bendición del agua, se han convertido en verdaderas regiones productivas. La ruta 81, futuro corredor bioceánico del norte argentino con todo lo que significa para el país. Surcada por caminos y rutas asfaltadas que nos sacaron del aislamiento. Obras públicas que nos permiten alcanzar un mayor bienestar y ecuanimidad social. Son estas y muchas más circunstancias auspiciosas de este nuevo paradigma, cargado de expectativa, que vive la provincia.

La fisonomía de
nuestra generosa ciudad capital, embellecida últimamente por una costanera moderna, sobre un majestuoso río amigo, hacen las delicias de las apacibles noches de verano. Ha adquirido una particular relevancia con todo el perfil de una ciudad moderna del país.

Gratamente sorprendido y admirado de este positivo balance de toda nuestra provincia gracias a la cultura del esfuerzo. Evidentemente, señala al Señor Gobernador, corno un hacedor integrado en su época, que sabe aprovechar su potencial de éxitos, y su capacidad de conducción.

Creo, honestamente, que Formosa se ha puesto en camino de cruzar definitivamente y con orgullo, la frontera entre el mundo que aspiramos y aquel otro que todavía nos detiene. Como decía Avellaneda: "La idea que empuja y el hacha que resiste". Desgraciadamente, en este contexto formidable, de transformaciones científico- tecnológicas del mundo que vivimos y admiramos, no falta una nube negra que mueve y conmueve con tanto dolor la conciencia mundial.
Problemas sociales serios: la marginación, la pobreza y la desocupación. Son temas prioritarios que exigen la solidaridad y el esfuerzo de todos, así como el coraje y la decisión de los gobernantes. Que Dios ilumine a nuestros gobernantes y al pueblo en su conjunto, en esta ímproba tarea que los tiempos que corren nos exigen. Que el Señor, nos permita vislumbrar, a través del esfuerzo público y privado, la realidad de un porvenir próspero, moderno, floreciente y feliz.

Y, para despedirme de esta evocación tan cara a nuestros sentimientos no podría dejar de recordar a aquella Comisión Directiva que surgió de una expresión solidaria y entusiasta en el seno de una popular asamblea del Cine Italia. Trabajó con pasión recorriendo hasta el último rincón del territorio, llevando como una nueva alborada el noble y nuevo mensaje de nuestras aspiraciones de soberanía. Para ellos, para los que me acompañaron en aquella época de fervientes y apasionados ideales, mi humilde y cariñoso abrazo de siempre.

Y, para los que se han
ido hacia la inmortalidad, el testimonio de mi más sincera gratitud. Yo, como formoseño, bendigo a la vida por haberme permitido vivir lo suficiente, para contemplar con íntima, inmensa satisfacción, cómo han florecido sobre mi suelo nativo las fecundas semillas, que generaciones de formoseños arrojaron al pasar.

 
4 -Julio / Agosto de 2005
 
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