Dr. Carlos Fernando Leyes
 
1. INTRODUCCIÓN

El presente trabajo, constituye el primero de una serie de diez, que integran como insumos, nuestra tesis sobre cultura y política para la Maestría en Ciencias Políticas de la Facultad de Derecho, Ciencias Sociales y Políticas de la UNNE.

Nos hemos formulado como objetivo de éste, probar la existencia de una estrecha relación de influencia de parte de la Cultura, teóricamente entendida como “horizonte de sentidos”, caja de Pandora de las más variadas representaciones simbólicas de los seres humanos y de los grupos sociales y políticos donde actúan, con el concepto político de legitimidad y su incidencia en las ideas de la teoría política, según lo han visto los pensadores más destacados de nuestra disciplina.

En nuestro análisis, juegan un papel trascendental los consensos sociales y políticos, que definen distintas explicaciones de lo que es legítimo o no, para determinada teoría social o política, o en un lugar y tiempo determinado. No podremos entonces, soslayar la importancia radical que tendrá en este recorrido, el lugar de la Religión, como factor de ligazón cultural y social de las comunidades, razón por la cual aparecerá tratada en el pensamiento de los autores que extrajimos.

Pero colocaremos a las creencias e ideas religiosas bajo el paraguas más general de la Cultura de los pueblos, que desde luego las comprende, como a la Educación, a las Artes, y a las más diversas manifestaciones humanas. Para emprender nuestra labor, hemos decidido emplear técnicas de investigación propias del método cualitativo, típico en las ciencias sociales.

Así, extrajimos información de la bibliografía mencionada al final, basándonos principalmente en los autores tratados en el Curso de Elementos de Teoría Política del Profesor Dr. Julio Pinto, de la Maestría en Ciencias Políticas de la UNNE, transversalizados por corrientes de opinión en el campo de las teorías, gestión y políticas culturales; territorio conocido por nuestra capacitación en dicha área.

Un ejemplo claro de la importancia que tiene el tema cultural, fundamento de nuestra elección de enfoque, lo encontramos en una de las notas del Dr. Julio Pinto, en su trabajo “Democracia y legitimidad. Reflexiones sobre su interacción sistémica”, cuando menciona la hipótesis de Irving Kristol (1983), el principal publicista del neoconservadorismo estadounidense: El Estado de Bienestar ha usurpado las libertades individuales al concentrar el poder en manos de gobiernos incompetentes, nuevo modelo de legitimidad que ha olvidado la “religión civil” que diera origen al contractualismo anglosajón y al hacerlo ha deslegitimado sus instituciones. Kristol pretende explicar la crisis de legitimidad que se ha producido en los EEUU en los 60’ al aparecer la contracultura universitaria. Contracultura que no impugna sólo las instituciones políticas sino también las sociales, al rechazar el sistema de vida americano.

2. CULTURA, CONSENSOS Y LEGITIMIDAD

Coincidiendo, entre otros, con García Canclini, Alfaro y Constanzo, tomaremos por “cultura” a un hecho social e histórico profundamente dinámico y transformador, donde los hombres, los grupos humanos, las clases sociales elaboran, consumen, intercambian representaciones de sí mismos y de la colectividad, formas de pensamiento, hábitos y prácticas de relación con la naturaleza, la economía y la vida social y política.

La cultura así entendida, expresa los “sentidos”, significaciones con las cuales nos representamos a nosotros mismos y al mundo natural y social en el que estamos insertos. Son representaciones colectivas, anteriores y actuales que se dan en un momento histórico específico, determinado por procesos de construcción anteriores, es decir sin perder de vista el contexto histórico. La forma en que se reproducen las culturas, estará entonces influida por las relaciones económicas, sociales y políticas.

 


Tomaremos a la cultura como el ámbito de lo simbólico, es decir de las formas de representación y los “sentidos” del mundo. Desde este prisma cultural, pensar en “consenso”, nos acerca al carácter de “calidad de negociación, imposición, aceptación o resistencia de los diversos sentidos planteada por los diversos grupos humanos”, también propio de la Cultura.

Sin olvidar la naturaleza conflictiva entre pasado y presente en la reproducción de la cultura, y entre la relación entre la cultura, la economía, la política y la vida social; no podemos menos que advertir la tremenda importancia que tienen esos procesos de negociación, imposición, aceptación o resistencia, para el arribo a los consensos necesarios, que podrán definir el carácter de legítimo o ilegítimo para una comunidad contextualizada.

En otra nota de su trabajo “Democracia y legitimidad”, Julio Pinto subraya en palabras de Sartori la relación democracia, legitimidad y consenso: “Democracia es ante todo un principio de legitimidad” y por eso sostiene que “existe una evidencia abrumadora de que a menos que una democracia consiga crear duraderamente un consenso básico consonante, funcionará como una democracia frágil y con dificultades”...”el consenso procedimental, y sobre todo el consensus sobre la norma de solución de los conflictos, y las normas complementarias, son una condición necesaria, verdaderamente prerrequisito de la democracia” (Sartori, 1987).

En esta relación de negociación social (que algunos autores entienden como de dominación, como veremos más adelante) la apropiación desigual de bienes simbólicos por los diferentes sectores sociales, será una consecuencia del carácter dinámico-transformador de una cultura en tanto producción, circulación, intercambio y consumo de los mismos.

Desde el punto de vista de las relaciones de dominación, la cultura se presenta como un continuo, como un campo ordenado por dichas relaciones.
Así, podemos encontrar CULTURAS DOMINANTES o “altas” culturas, entendidas como representaciones sistematizadas y complejas del mundo, como productos sofisticados del arte y de la ciencia, que poseen la cualidad (atribuida) de lo “legítimo”; y CULTURAS SUBALTERNAS u “oprimidas” o “populares”, conformadas por una apropiación desigual del capital cultural de una sociedad, y por representaciones propias de los sectores subalternos.

Para que exista “hegemonía” (dirección cultural y moral de una sociedad) de la cultura dominante, ésta debe obtener su validez (legitimidad) del respaldo social de los sectores populares y la participación de éstos en la construcción de dicha hegemonía. Concebido de esta manera, el campo cultural es el terreno de luchas por la posesión del sentido de la vida.

Para nuestro estudio, llamamos “legítima” a la cultura dominante. La “legitimidad” designa en sociología y política a “la justificación de una dominación” (Weber) por tradición, carisma, organización racional, prestigio, etc. La aceptación de las reglas de tal dominación conduce a la obtención de legitimidad. Son relaciones de poder (imposición de voluntades de sujetos o grupos sociales a otros sujetos o grupos sociales, aún en contra de la voluntad de los mismos, o sea se actúa por la fuerza y más comúnmente en las culturas actuales por la persuasión, la promesa y el consenso).

Esta lectura de la cultura, digamos vertical, articula saberes y poderes en una distribución desigual del capital cultural. Planteada en cuadros estancos, la cultura sería de fácil análisis: o es dominante o es subalterna, o es culta o es masiva, o es popular. Lejos de ello, la cultura se presenta con un permanente movimiento en un intercambio asimétrico en condiciones de dominación y también de sincretismo. Tomamos la visión descripta, al sólo efecto de “lente” a través del cual analizaremos los autores políticos, sin por ello adherir a una mirada estática de un concepto tan rico y flexible.

     
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-Mayo de 2005
 
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