Reinaldo Ernesto Munizt
 
 

Por qué todo tiempo pasado fue mejor? ¿Porque lo fue en realidad?; ¿porque las peripecias fueron de los otros?, ¿o por que nosotros, si fuimos protagonistas, éramos más jóvenes? Sin resolver el planteo convengamos en que el recuerdo de los años juveniles siempre nos reconforta porque es como volver a vivirlos y nos sentimos mejor.

Hace cincuenta años, me recibí de bachiller en el ya desaparecido Colegio Nacional de Formosa, que como todo establecimiento que congrega juventud, tiene su historia impregnada de triunfos y derrotas individuales y colectivas, de amores juveniles y desilusiones, de sueños, de esperanzas, de duras realidades y de experiencias que nos señalan caminos para siempre; pero por sobre todas las cosas del amor a la vida, sin importar como ella nos desafíe, y vivirla dentro de parámetros morales impuestos por la sociedad de cada tiempo, transmitidos por maestros que lejos de recitarla, la vivían.

El viejo Colegio Nacional de Formosa, aquel de la Avenida 25 de Mayo Nº 24 y alguna de sus historias en la cual uno fue protagonista, es el propósito que hoy me convoca. Como las historias las escriben intereses, no siempre lo que se transmite es la verdad. En ese sentido lo que narraré es la verdad liberada de los rencores y apetencias que condimentan el accionar de los protagonistas de cualquier historia, simplemente porque la contemplo desde el tiempo, cristal que todo lo aclara si lo usamos debidamente.

En el año 1954, hace ya cincuenta y un años, cuando Formosa ostentaba su orgullo de ciudad pequeña pero ordenada, con pocas calles pavimentadas, solamente las perimetradas por la San Martín, Ituzaingó (hoy Irigoyen), Deán Funes y Pringles y una plaza principal desorganizada que llegó a estar dividida en cuatro y también en su momento, alambrada totalmente con 8 molinetes que permitían su acceso de a una persona para evitar el ingreso de ganado vacuno y caballar. Creo que éramos algo más de veinte mil habitantes, con la única vía de comunicación segura con la “civilización” central del país, por vía marítima, dos veces a la semana, a través del río Paraguay y su confluencia con el Paraná en confortables barcos de pasajeros que llegaban hasta Buenos Aires.

Por vía terrestre, para cruzar el Bermejo hacia el país, cualquier tipo de vehículo debía hacerlo por la localidad de El Colorado sobre una pequeña balsa con cabida para un solo vehículo, o camión sin acoplado, fuertemente sostenida por cables de acero amarrados de costa a costa para que la fuerte correntada de ese bravo río no arrastre la embarcación con su carga. Por supuesto el embarcadero era natural construido sobre las barrancas del caudaloso río. Los colectivos de la Godoy nos llevaban y traían cuando no llovía, hacia y desde Resistencia, en una jornada de 8 horas.

Todas las mercaderías venían en barcos de carga dando vida a dos galpones frente al río: el “B” y el “C”. Las mercaderías eran bajadas desde las bodegas a la costa mediante guinches que estaban montados sobre carriles en muelles de madera, dos para cada galpón, que trabajaban entre 18 y 24 horas diarias y una buena cantidad de changarines que con el torso desnudo en el estío y no muy abrigados en invierno, con ajustadas gruesas fajas negras en su cintura, llevaban los productos directamente a los galpones. Muy rara vez se veían los muelles libres de barcos atracados.

 

La Estación del Ferrocarril, que recibía y enviaba dos veces a la semana al tren de pasajeros “local” hacia y desde Las Lomitas y una vez semanalmente al “largo” que llegaba y volvía desde Embarcación (Salta), constituía de igual manera que los muelles flotantes (eran dos) frente a la Subprefectura, donde amarraban los barcos de pasajeros procedentes de Buenos Aires o Asunción del Paraguay, la atracción para los formoseños que esperaban parientes o amigos o a nadie, pero si, para enterarse por quienes venían de jugosos chismes de actualidad contados boca a boca. Esperar en ambas terminales, la ferroviaria y la portuaria, significaban dos horas de comentarios después de cada arribo, el tiempo suficiente para informarse, encontrarse con vecinos y de paso salir de las casas.

El centro cultural de la ciudad era la Biblioteca Popular Martín Ruiz Moreno. Ubicada en el edificio que hoy es de la Legislatura provincial sobre la calle José Mª Uriburu. Poseía un cómodo salón principal de lectura con piso de madera lustrada enmachimbrada y amplias ventanas con un estupendo piano de media cola que de tanto en tanto recibía afamados concertistas provenientes de importantes centros culturales nacionales que deleitaban a quienes eran amantes de la música clásica, por cierto una minoría muy selecta y reducida.

Al entrar al edificio, antes de llegar al salón de lectura y hacia ambos lados habían dos habitaciones grandes, una, entrando a la izquierda para la recepción oficial de visitantes importantes y lugar de reunión de sus autoridades y la otra a la derecha donde estaban las estanterías organizadas llenas de libros en la que se entregaban los materiales que se solicitaban. En ese salón donde hoy es el lugar de las bancas legislativas por supuesto ya modificado, sesionó la primera convención constituyente provincial en 1957.

Educativamente, la ciudad contaba con un Colegio Nacional que disponía de 3 aulas a las que en 1953 se agregaron dos más prefabricadas de madera, con cabida para unos 30 alumnos como máximo en dos turnos 1º, 4º y 5º año por la mañana y 2º y 3º por la tarde, donde egresaban bachilleres nacionales, un incorporado privado religioso: el Colegio Santa Isabel ubicado donde actualmente se emplaza pero con menos dependencias, con pensionado para niñas del interior provincial y se egresaba con el título de Maestra; la Escuela Industrial (hoy Enet Nº 1) con profesiones técnicas ya ubicada en su actual asentamiento, la Escuela Profesional de Mujeres ubicada en el edificio del actual Diario El Comercial sobre calle Irigoyen y por último la Escuela Regional República del Paraguay ubicada donde está actualmente, con mayor superficie de terreno, mixta, que otorgaba el título de Maestro Normal con orientación y capacitación rural. Todos correspondientes al ciclo de enseñanza secundaria. La totalidad de alumnos secundarios en la ciudad era importante en proporción a sus habitantes.

El Colegio Nacional de Formosa estaba dirigido por un rector de apellido Moreno Burgos. Excelente profesor de castellano. Hombre de buena conducta social, respetuoso y respetado hasta que dejó de respetar. Lamentablemente por voluntad o por circunstancias vivía solo en una pieza del entonces Palace Hotel sobre calle España al 151 hoy edificio ocupado por Tribunales que mantiene su vieja estructura con algunas modificaciones.

 
 
 
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-Mayo de 2005
 
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