Mario Jazmín
Todos los pueblos tiene rasgos característicos propios, resultante ellos de su historia, geografía, etnografía, costumbres, mitos y leyendas. El conjunto de estos rasgos determinan la identidad cultural que se traduce en las distintas manifestaciones artísticas, oficios, festividades religiosas y comidas regionales. Son manifestaciones del espíritu, es en definitiva el alma del pueblo, afirmada en sus raíces y portadora de su tradición.

El alma del pueblo formoseño está conformada por corrientes culturales étnicas e inmigrantes lo que hace que sus expresiones artísticas sean diferentes, influenciadas también por los diversos aspectos geográficos que delinean el espíritu de su gente, ya que al decir de don Atahualpa “el hombre es un paisaje animado”, es “la voz de la tierra”.

 
De ahí, que en lo referente a ritmos musicales se puede ir de la copla oesteña a la polca y el chamamé, del bombo legüero al arpa india.

En lo que hace a la gastronomía podrá degustarse el quirquincho asado en el oeste y el “Chupin” isleño en el este.

El alma formoseña es todo eso y mucho más. Es el vinal acechante y el chivato cantarino, el criollo de a caballo y el pescador curtido, la aloja y el chipá cuerito, el aborigen silencioso y el inmigrante laborioso.

Alma formoseña… ardiente como su viento norte… inquebrantable y encendido como las brasas de la noche de San Juan.

 
13
-Abril de 2005
 
Página 12 - Indice - Página 14