Lucio Bobadilla

Llegó un día a Clorinda, para presentarse con la Orquesta y Coro Municipal de la Provincia de Corrientes que él dirigía. La actuación debía llevarse a cabo en el Club Argentinos del Norte, por razones ajenas a la voluntad del Maestro, la Orquesta no pudo llegar esa noche, por un inconveniente suscitado en el Puente Gral. Belgrano que une Chaco – Corrientes.

A todo esto el público respondió masivamente, habiéndose llegado también mucha gente de Asunción, el Paraguay de sus amores que Don Herminio no podía visitar, por expresa disposición del dictatorial Gobierno de Stroessner. Me habían distinguido con el privilegio de presentar el acontecimiento.

Mis nervios superaban las expectativas del público ante la preocupación de cómo iba a reaccionar ante el anuncio de la suspensión del evento. Conocía gran parte de la obra del Maestro, Compositor y Director Musical que debía presentar, pero no dimensionaba su carisma, su calidad excepcional de ser humano sabio, sencillo y talentoso. Mientras el público seguía colmando las instalaciones del Club Argentinos del Norte Don Herminio tomaba unos mates en la casa de su entrañable amigo Don Carlos Parajón y Señora. Unos minutos antes de la hora indicada para el comienzo (ya que se esperó hasta el último minuto la llegada de la Orquesta) me dice el Maestro “no te preocupes mi hijo… yo voy a subir solo no más y vos me vas a ayudar cuando te necesite”…

Apenas se acercó a la escalera que conduce al escenario, el público lo divisó y se puso de pie para aplaudirlo y ovacionarlo. Tenían sed de él, hacía muco que no lo escuchaban y no lo veían. Con sus casi cumplidos 82 años, subió ágilmente y se sentó delante de un micrófono que le acomodaron delicadamente “supongo que le debe causar extrañeza dos cosas: que el locutor que me iba a presentar me esté mirando y que un Director de Orquesta se siente, pues es lógico que hagamos nuestro trabajo de pie –dijo- pero sucede que esta noche por un inconveniente ajeno a todos, la Orquesta no está, y entonces me voy a dar el lijo de hablar con Uds.”.

El público que no entendía mucho todavía, aplaudió más aún, y Don Herminio Jiménez, el Maestro, el Compositor, el Director de Orquesta, el ser humano sencillo y ejemplar comenzó un dialogo con más de mil, personas que nunca voy a olvidar, por lo enriquecedor, por una historia de vida musical narrada, que se constituyó en un prologo de lujo para la presentación de la Orquesta y Coro Municipal de la Provincia de Corrientes, que tuvo lugar ocho días después, en el mismo lugar y con la misma cantidad de gente plena de afectos y aplausos para el hombre que a través de la música, sin perder su nacionalidad se hizo Universal.

 

El tiempo que permaneció en Clorinda, me permitió el espacio necesario para compartir una entrevista, de la cual extraigo los conceptos más salientes:
“Comencé a los ocho años en Paraguari, en la Banda Militar que dirigía un alemán de apellido Lackoski quien cada vez que me equivocaba pronunciaba una palabra un difícil de repetir por mí, por lo menos en alemán, pero quería decir chancho.

Era muy exigente pero le estoy muy agradecido porque me enseño a caminar por este difícil camino. Era un gran músico. Comencé a tocar primero el trombón, luego el piano, y después fui aprendiendo los otros instrumentos. La música no es fácil primero hay que amarla y luego dedicarle el tiempo necesario”.

A los diecisiete años Herminio Jiménez ya fue Maestro de Banda, lo que hacia presagiar a sus contemporáneos que un gran músico se estaba forjando.

Preguntando cuantas generaciones de músicos se formaron con él, Don Herminio respondió: “Tres o cuatro generaciones. Yo era joven cuando me incorporé a u8na pléyade de muchachos idealistas para la música. José Asunción Flores, Félix Fernández, Darío Gómez Cerrato y otros. Creo que aquí se inició la verdadera trayectoria de la música paraguaya, es decir el rumbo que tenía que tomar. Humildemente pienso que contribuimos a que la misma tuviera eco y repercusión en el mundo”.

En la extensa y enriquecedora entrevista Don Herminio contó que tenía tan solo 13 años cuando compuso “Yasî Morotí” con Darío Gómez Cerrato en la Banda de la Policía de Asunción, y Félix Fernández ya andaba con sus balbuceos poéticos que dieron nacimiento a “Nde Rendape Ayú” , Ortiz Guerrero, José Asunción Flores y Felix Fernandez a “Nde Ratî Py Cuá” , temas maravillosos que han quedado en la historia musical del Paraguay.

En un párrafo de la entrevista manifiesta su desprecio hacia el “purajhei yajehó” ese canto lastimero que según el Maestro es producto de un pueblo oprimido, incapaz de dar rienda suelta a su libertad, y puso como ejemplo a temas como el “Gallito Cantor” que se han escrito con alma, vida y libertad.

Cuando se despedía le envió un mensaje a los paraguayos ( y pensar que quien escribe esto lo pasó por LRA8 en la época de más control radiofónico que nunca, gracias a que mi Director no entendía guaraní) un mensaje en el que en un cerrado guaraní les decía: “pe yophì paité que ná” aprieten todo lo que puedan, presionen “icatú jagûá ya yo topa paite” para poder encontrarnos todos nuevamente. Al final expresó. “En Argentina, viví, sufrí y compuse; y estuve vinculado a gente que me demostró mucho cariño y afecto, y lo más importante, conseguí enriquecer mi música gracias al pueblo argentino”.

6 Marzo de 2005
 
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