Llegó
un día a Clorinda, para presentarse con la Orquesta
y Coro Municipal de la Provincia de Corrientes que él dirigía.
La actuación debía llevarse a cabo en el Club Argentinos
del Norte, por razones ajenas a la voluntad del Maestro, la Orquesta
no pudo llegar esa noche, por un inconveniente suscitado en el
Puente Gral. Belgrano que une Chaco – Corrientes.
A
todo esto el público respondió masivamente,
habiéndose llegado también mucha gente de Asunción,
el Paraguay de sus amores que Don Herminio no podía visitar,
por expresa disposición del dictatorial Gobierno de Stroessner.
Me habían distinguido con el privilegio de presentar el
acontecimiento.
Mis nervios superaban las expectativas del público
ante la preocupación de cómo iba a reaccionar ante
el anuncio de la suspensión del evento. Conocía
gran parte de la obra del Maestro, Compositor y Director Musical
que debía presentar, pero no dimensionaba su carisma, su
calidad excepcional de ser humano sabio, sencillo y talentoso.
Mientras el público seguía colmando las instalaciones
del Club Argentinos del Norte Don Herminio tomaba unos mates en
la casa de su entrañable amigo Don Carlos Parajón
y Señora. Unos minutos antes de la hora indicada para el
comienzo (ya que se esperó hasta el último minuto
la llegada de la Orquesta) me dice el Maestro “no te preocupes
mi hijo… yo voy a subir solo no más y vos me vas
a ayudar cuando te necesite”…
Apenas se acercó a la escalera que conduce
al escenario, el público lo divisó y se puso de
pie para aplaudirlo y ovacionarlo. Tenían sed de él,
hacía muco que no lo escuchaban y no lo veían. Con
sus casi cumplidos 82 años, subió ágilmente
y se sentó delante de un micrófono que le acomodaron
delicadamente “supongo que le debe causar extrañeza
dos cosas: que el locutor que me iba a presentar me esté
mirando y que un Director de Orquesta se siente, pues es lógico
que hagamos nuestro trabajo de pie –dijo- pero sucede que
esta noche por un inconveniente ajeno a todos, la Orquesta no
está, y entonces me voy a dar el lijo de hablar con Uds.”.
El público que no entendía mucho
todavía, aplaudió más aún, y Don Herminio
Jiménez, el Maestro, el Compositor, el Director de Orquesta,
el ser humano sencillo y ejemplar comenzó un dialogo con
más de mil, personas que nunca voy a olvidar, por lo enriquecedor,
por una historia de vida musical narrada, que se constituyó
en un prologo de lujo para la presentación de la Orquesta
y Coro Municipal de la Provincia de Corrientes, que tuvo lugar
ocho días después, en el mismo lugar y con la misma
cantidad de gente plena de afectos y aplausos para el hombre que
a través de la música, sin perder su nacionalidad
se hizo Universal.
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El
tiempo que permaneció en Clorinda, me permitió
el espacio necesario para compartir una entrevista, de la cual
extraigo los conceptos más salientes:
“Comencé a los ocho años en Paraguari, en
la Banda Militar que dirigía un alemán de apellido
Lackoski quien cada vez que me equivocaba pronunciaba una palabra
un difícil de repetir por mí, por lo menos en alemán,
pero quería decir chancho.
Era muy exigente pero le estoy muy agradecido
porque me enseño a caminar por este difícil camino.
Era un gran músico. Comencé a tocar primero el trombón,
luego el piano, y después fui aprendiendo los otros instrumentos.
La música no es fácil primero hay que amarla y luego
dedicarle el tiempo necesario”.
A los diecisiete años Herminio Jiménez
ya fue Maestro de Banda, lo que hacia presagiar a sus contemporáneos
que un gran músico se estaba forjando.
Preguntando cuantas generaciones de músicos
se formaron con él, Don Herminio respondió: “Tres
o cuatro generaciones. Yo era joven cuando me incorporé
a u8na pléyade de muchachos idealistas para la música.
José Asunción Flores, Félix Fernández,
Darío Gómez Cerrato y otros. Creo que aquí
se inició la verdadera trayectoria de la música
paraguaya, es decir el rumbo que tenía que tomar. Humildemente
pienso que contribuimos a que la misma tuviera eco y repercusión
en el mundo”.
En la extensa y enriquecedora entrevista Don
Herminio contó que tenía tan solo 13 años
cuando compuso “Yasî Morotí” con Darío
Gómez Cerrato en la Banda de la Policía de Asunción,
y Félix Fernández ya andaba con sus balbuceos poéticos
que dieron nacimiento a “Nde Rendape Ayú” ,
Ortiz Guerrero, José Asunción Flores y Felix Fernandez
a “Nde Ratî Py Cuá” , temas maravillosos
que han quedado en la historia musical del Paraguay.
En un párrafo de la entrevista manifiesta
su desprecio hacia el “purajhei yajehó” ese
canto lastimero que según el Maestro es producto de un
pueblo oprimido, incapaz de dar rienda suelta a su libertad, y
puso como ejemplo a temas como el “Gallito Cantor”
que se han escrito con alma, vida y libertad.
Cuando se despedía le envió un
mensaje a los paraguayos ( y pensar que quien escribe esto lo
pasó por LRA8 en la época de más control
radiofónico que nunca, gracias a que mi Director no entendía
guaraní) un mensaje en el que en un cerrado guaraní
les decía: “pe yophì paité que ná”
aprieten todo lo que puedan, presionen “icatú jagûá
ya yo topa paite” para poder encontrarnos todos nuevamente.
Al final expresó. “En Argentina, viví, sufrí
y compuse; y estuve vinculado a gente que me demostró mucho
cariño y afecto, y lo más importante, conseguí
enriquecer mi música gracias al pueblo argentino”.
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