Rafael Rumich
 
 

LA ERA DE LA CULTURA:

Vivimos lo que se ha dado en llamar: la era de la cultura. Diversos y diferentes, sin exclusión, los que conformamos la sociedad mundial compartimos esta nueva etapa que ha emprendido la humanidad. Ahora bien, ¿por qué el carácter de este tiempo es definido como cultural? Para encontrar una respuesta válida es necesario entender desde qué ángulo se esta considerando a la cultura, desde qué punto de vista; cómo ella determina las características de la época y cómo éstas se manifiestan en los variados campos del quehacer humano.

El debate sobre la problemática cultural esta localizado en todos los espacios de la sociedad mundial, como ya adelantáramos: se ha mundializado. Por ser nuestra comunidad, la formoseña, parte de ésta mundialización, nos toca intervenir en el planteo, el análisis y el debate de esta importante e ineludible cuestión. Dicha intervención abarca el conjunto de la sociedad local; estamos todos incluidos y obligados a participar.

La cultura es un objeto de reflexión único y diverso que enfrenta a quienes lo interrogan con la complejidad de lo evidente. La cultura se pliega y se repliega en la cotidianeidad de nuestras vidas, ocultándose en la mayoría de los casos, por ser tan evidente. Lo de la cultura es aquella evidencia que por estar permanentemente frente a los ojos termina volviéndose invisible.

Esta condición, la de la "invisibilidad", no elimina nuestra condición de sujetos socioculturales. Nos constituimos en esa clase de sujetos porque nos realizamos en sociedad y, a la vez, estamos colectivamente "sujetos" a una determinada cultura, esa que nos otorga identidad y con la que nos sentimos identificados, aunque muchas veces la invisibilidad de lo evidente no nos permite vemos y reconocemos como lo que auténticamente somos. Es en tomo a ella, la cultura, que, en la necesidad de fijar sus alcances y límites, debemos intentar resolver las cuestiones que inciden sobre sus muchas interpretaciones y resonancias.

Tamaña búsqueda supone incursionar en ignotos territorios del conocimiento, donde la mayoría de las veces las ciencias sociales y humanas avanzan tumultuosamente, dificultando los posibles ordenamientos disciplinares; porque además, vale la pena aclararlo, los conceptos que estamos tratando, abren una dimensión interdisciplinar que ponen en contacto, tensión y conflicto a disciplinas como la sociología y la historia, la lingüística, la semiótica y la antropología; el psicoanálisis, la psicología social y la filosofía.

Para las ciencias sociales y humanas, hablar de la cultura es hablar siempre de una relación. La cultura no es nunca estática, es dinámica y su significación, como expresamos en el inicio del trabajo, evoluciona con el tiempo. Por lo tanto, las ciencias sociales y humanas deben ser las primeras en subrayar hasta qué punto la problemática de la identidad cultural, tal como surge desde hace aproximadamente veinte años, no tiene que ver con lo que había existido antes.

Al respecto, conviene aclarar que el concepto identidad se traslada al uso de las ciencias sociales en tiempos muy recientes y frecuentemente como una categoría de sentido común, cuya significación e implicancia todavía están poco examinadas. ¿Por qué insistimos acerca del concepto identidad? Porque siendo durante mucho tiempo el obstáculo para la comunicación de los pueblos, es hoy, por el contrario, su condición fundamental. Simplemente porque en un universo abierto y sin referentes, la identidad pasa a ser un jalón esencial. Esto es así tanto a escala de los individuos como de los grupos, de las pequeñas localidades como de los estados.

Según los filósofos y científicos sociales, la democracia ha sido primeramente política y después social. En el siglo XXI será cultural en el sentido de que individuos y colectividades reconocerán múltiples identidades culturales así como la obligación de pensar las relaciones en base al respeto y garantías de las mismas.

 

Toda esta cuestión, central, frente al desafío político del futuro es saber bajo qué condición se construye una identidad que emerja de lo propio y nos permita relacionamos con los demás mediante la convivencia cultural. Sostienen pensadores y científicos que tener un proyecto político es aceptar hablar de las relaciones entre los otros y nosotros; es reconocer la alteridad, confrontarse con ella y encontrar el medio para construir una relación.

FORMOSA Y NUESTRA IDENTIDAD CULTURAL:

El carácter esquivo de la cultura que hace difícil la comprensión de sus procesos, así como su variable gravitación en la vida personal de cada hombre, obligan a que cada época vuelva su mirada sobre sus cuestiones fundamentales, tanto las que actúan sobre el fenómeno en sí, como las que parecen emerger de sus conexiones con otros aspectos de la realidad humana.

En ese sentido, los formoseños hemos resueltos encarar nuestra propia cultura, la que nos otorga identidad, como objeto de análisis y estudio y a incluir en nuestra reflexión la dimensión de los fenómenos socioculturales que nosotros mismos generamos.

Cuando hablamos de nuestra cultura nos estamos refiriendo al rico patrimonio que poseemos, a la actividad total del hombre formoseño sobre la naturaleza y sobre sí mismo. Mencionar a este hombre es referimos al sujeto social que actúa en esta dimensión de la patria y construye la provincia unido a otros como él, con quienes comparte anhelos, esfuerzo y realizaciones.

Aunque la cultura es el acto de hacer y crear, este acontecer es algo histórico, algo que es también resultado de una actividad cultural anterior.
Nuestras herencias culturales nos recuerdan que somos habitantes de una provincia joven, gran parte de cuya población proviene de corrientes migratorias, muchos con padres o abuelos nacidos en otras tierras. No debemos olvidar, de igual manera, que numerosos fórmesenos son descendientes directos de los pueblos originarios del chaco central.

Cuando ya ha comenzado a rodar el nuevo siglo los formoseños nos encontramos empeñados en reconocemos como tales; en haber aceptado el desafío de construir en el costado norte de la patria el país federal que nos merecemos y constituir nuestro hogar de frente a un mundo tan cambiante y complejo.

Indudablemente el actual momento histórico que vive nuestra provincia nos incita y estimula a visualizar de otra manera nuestro terruño y su gente. Debemos reconocemos en nuestra identidad profunda y desde ella seguir construyendo esta Formosa nuestra de todos los días. La condición fundamental es partir de nuestra realidad. Debemos hacer de nuestras vidas una escuela permanente de aprender, enseñar, imaginar, crear y aunar esfuerzos. Hay un proyecto de provincia que está en marcha. Un proyecto que nos habla de la consubstanciación del hombre con su medio social, con su medio físico, su historia u su compromiso con la condición humana. Es un proyecto válido para una etapa histórica de renovación e innovación.

Comprometamos entonces nuestra parte de esta acción conjunta, tratando de impulsar con todas nuestras fuerzas esta provincia sin igual, para "ganar" definitivamente "nuestro orgullo de ser formoseños" y proclamarlo a los cuatro vientos, en un mensaje de paz, trabajo y libertad.

 
     
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-Marzo de 2005

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