Lic. María Angélica Furlan y Lic. Angela Alcaráz

La identidad es un atributo indispensable de cada miembro de la especie humana, no hay sujeto social sin identidad, aún bajo formas extremas y negativas que lo colocan fuera de los límites de cualquier forma de comunidad social. Es un aspecto crucial de la reproducción cultural, es la cultura internalizada en sujetos, apropiada bajo la forma de una conciencia de si en el contexto, con un campo ilimitado de significaciones compartidas con otros.

En toda sociedad conviven grupos diferentes, cuya identidad social se forma en función de variables como: forma de pensar, comunicación, origen étnico o de clase, adscripción social etc. El otro es una condición normal de la convivencia social, base de toda identidad colectiva, pero varia la distancia que nos separa del otro y la carga afectiva hacia el otro.

La provincia de Formosa no escapa a esta situación, está conformada por una realidad pluricultural y multilingüista, la integran comunidades nativas, aborígenes e inmigrantes, en muchos casos comunidades bilingües. En la zona norte de la provincia la población mayoritariamente es bilingüe, se expresa en guaraní y español o utiliza el Ñeé Yopará (en guaraní “jopará”significa mezcla) que es la combinación o fusión de los dos idiomas.

Esto es así porque toda esta área de la provincia fue prácticamente colonizada por corrientes migratorias provenientes del Paraguay, en esta zona el guaraní se mantiene vigente y seguramente lo será siempre, debido al tráfico comercial y cultural permanente que se da en esta zona de frontera. Si bien la lengua de mayor prestigio es el español, el guaraní goza de la lealtad de los hablantes.

Formosa esta enclavada en límites internacionales y es probablemente una de las dos puertas de entrada más importante para los migrantes paraguayos que ingresan a la provincia algunos con la intención de permanecer y otros en calidad de trabajadores estacionarios.

Esta situación y la amplia interacción que se plantea en esta zona, conforman una “situación de frontera” especial, en donde coexisten patrones culturales, producto de esta interacción, y una movilización fluida propia de la región que tienen raíces históricas y culturales comunes, tratándose de movimientos intraregionales que debido a la presencia de una frontera política, impuesta por instrumento legal (ley 18.775) se dio en llamarlos migraciones internacionales.

 

Para analizar esta situación fronteriza que se da en el noreste de la Provincia de Formosa (departamento Pilcomayo y Pilagá) y el sur de Paraguay, tomaremos el tercer aspecto que William Douglass plantea sobre frontera, como un espacio de transición, una zona fronteriza “donde no se distinguen meramente sistemas sociales, culturales, económicos y políticos, sino más bien que determinan la zona en donde tales sistemas se interpretan mutuamente de modo especial” .

Un lugar
dónde a pesar de los diferencias entre los de un lado y otro, comparten formas culturales e intereses, planteándose una serie de interacciones que los asemejan, por ejemplo: el manejo de dos lenguas (castellano – guaraní), los lazos de parentesco (entrecruzamiento de familias), realización de actividades socio – culturales interfronterizas (asociaciones, ferias, etc.) que conforman la “identidad fronteriza” a la que reconocen como patrimonio cultural propio.

Por lo tanto es en la zona fronteriza del noreste donde la nacionalidad es una variable que pierde importancia, ya que en la misma se profundizan los intercambios de manera significativa y es frecuente la doble nacionalidad, procesos de hibridización cultural o mezcla de nacionalidades que trae aparejado una particular combinación de cultura.

La lengua que más se habla en esta zona fronteriza es el yopará, en el que los pobladores realizan sus transacciones comerciales, expresan sus sentimientos, emociones y educan a sus hijos, en general no es visto como un problema, sino como algo que facilita la comunicación y permite reafirmar las relaciones sociales y la identificación con los otros.

Teniendo
en cuenta esto es que cualquier intento conservacionista de la identidad en esta zona fronteriza fracasará si solo se le deja a la lengua y a la cultura, el espacio ambiguo del folklore y no sé lo dinamiza como recurso de expresión y comunicación. Alfabetizar a los niños y adultos en dos lenguas es costoso y difícil, pero más costoso es no hacerlo en el momento adecuado. La educación bilingüe en esta zona de contacto cultural, además de conservar la identidad, “será el motor que impulse una nueva cultura de la integración regional, y elimine los bolsones de los dialectos marginales”.

 
     
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-Octubre de 2005
 
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