Lic. Roberto Galasso

La globalización es un proceso de alcance mundial que abarca todos los aspectos de la vida del hombre, cuyos principales motores son el comercio exterior y las finanzas, y las características con que se presenta se deben a la ciencia y a la tecnología puestas a su servicio.

Geográficamente significa la totalidad del territorio. No hay lugar que no caiga, para bien o para mal, bajo su influjo. Las fuerzas de este proceso impactan tanto en los individuos como en los grupos, en las instituciones como en las naciones enteras modificando sus estilos de vidas; ya que lo político, lo económico, lo ecológico, lo social, lo educativo, lo cultural, lo religiosos, lo filosófico y hasta lo cotidiano son afectados por ellas.

Si bien se ha denominado globalización al proceso iniciado después de la segunda guerra mundial, podemos rastrear su origen en el siglo XV, con la expansión europea. Portugal avanzó sobre África, India y lo que hoy es Brasil; España descubrió y conquistó América; Rusia se extendió sobre la Eurasia continental y el noroeste de América.

Esta expansión, posible gracias a la revolución en la tecnología de navegación y militar, produjo una gran conmoción económica y hondas repercusiones en las organizaciones sociales de la época. El impulsor de estas hazañas fue el comercio; ya que los turcos al recargar excesivamente los precios de la seda, oro, plata, porcelana y especias, obligó a Europa a hallar nuevas rutas comerciales para eliminar la costosa intermediación.

Pero lo que ocurrió en el periodo de la segunda posguerra, tiene sus propias características. Y esta vez la victima fue Europa, ya que EEUU se convirtió en el prestamista que los europeos necesitaban para reparar la devastación después de la contienda (Plan Marshall). Pero el gigante del norte mas que en ayudar a quienes fueron sus aliados, estaba interesado en el mercado europeo, por lo cual creó los organismos internacionales dedicados exclusivamente a regular el comercio mundial en su propio beneficio: el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo (BIRD, hoy Banco Mundial) y el Sistema de la Reserva Federal (principal controlador del dólar, moneda que desde aquel entonces asumió la función mundial). A estos se les sumó en 1947 lo que desde la década del 90 conocemos como Organización Mundial del Comercio (OMC).

Debemos reconocer que estas cuatro instituciones financieras operan coordinada y estratégicamente como instrumentos de colonización mundial de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial, principalmente EEUU que tras la caída de la Unión Soviética en 1990, queda como única potencia dominante y rectora de los destinos del mundo.

A pesar del G-8, el poder hegemónico sigue siendo de los EEUU, poder que asienta en su gran capacidad de influencia política sobre el resto de las naciones, el dominio en el sistema bancario y financiero mundiales, y la fortaleza militar que dispone para actuar en cualquier parte del planeta.

 

Este poder le permite establecer las reglas del juego global y las concepciones (pensamiento único) que se presentan como criterios de validez universal para orientar y justificar el nuevo orden que impone. EEUU aparece así como un siniestro monstruo que todo se devora.

Son apropiadas en este sentido las palabras del premier francés (1917 - 1920), George Clemenceau: "'EEUU es aquel proceso que va de la barbarie a la civilización, sin pasar por el necesario estadio de la cultura". Sin embargo es menester aclarar que el verdadero responsable de esta situación es una tecnoestructura supranacional conformada por personas y organizaciones que detentan el poder real, cuya mayor habilidad es la de hacernos creer que no existe pero que en realidad diseña, planifica y controla los asuntos del mundo de manera tal que responda a sus intereses.

Lo impactante de este cerebro mundial, enquistado en la superpotencia a la que utiliza, es que pertenece al poder privado. Los Estados de las naciones son sólo títeres que paulatinamente, perdiendo su capacidad de libertad política y económica, se ponen a su servicio.

Sin duda, son las finanzas la mayor fuerza con que el poder hegemónico actúa, y a través de la acción coordinadas de aquellas instituciones financieras mundiales domina y oprime a las naciones más desprotegidas.

La aparente necesidad de préstamos para poner en marcha un proceso de cambio hacia el desarrollo y bienestar -creada intencionalmente- ha generado más males que soluciones en aquellos países que cayeron en la trampa. Los préstamos actuales, a igual que en la segunda posguerra, no pretenden ayudar sino subordinar creando deudas externas que se autoalimentan haciéndose impagables.

Además, los países deudores deben aceptar las reglas del juego si quieren seguir recibiendo "ayuda" financiera para honrar sus compromisos: la austeridad fiscal, la privatización y la liberación de mercados.

La primer regla se traduce para los sectores populares en ajuste, es decir, menos educación, menos salud, menos asistencia social; la segunda, la cesión de funciones estatales a empresas privadas que una vez instaladas imponen los precios de sus bienes y servicios según parámetros internacionales ajenos a las realidades locales; y, la tercera, el ingreso de las multinacionales o sus productos en el mercado local, donde, las empresas nacionales, incapaces de competir, pronto sucumben en la miseria.

Todo esto afecta a los países generando pobreza, hambre, marginalidad, exclusión social, desempleo, mayor brecha entre los pobres y ricos, escasa posibilidad de movilidad social, discriminación, violencia, injusticia y dependencia.

 
     
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-Octubre de 2005
 
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