Por: Prof. Sergio "Lilo" Dominguez
 
 
Hagamos un poco de historia. Durante la actuación de la generación del 80, había que construir la nacionalidad a partir de la educación y la consigna fue “educar al ciudadano”.
Con el peronismo, no solo se abrieron los establecimientos brindando posibilidades educativas a todos los sectores, desde el contexto de la justicia social, sino, en virtud de las prioridades – económicas, fundamentalmente- se orientó la educación hacia la capacitación laboral, “educar para el trabajo”, como objetivo primordial. Fue el auge de las escuelas técnicas, las llamadas de “arte y oficio”. Se buscaba la optimización de la mano de obra. La especialización, para ponerlo al servicio del proyecto de producción.

En 1973, se hablaba de la “educación para la libertad”, o por lo menos, era la intención de las autoridades, de acuerdo a los planes curriculares de época. Si tomamos en cuenta la efervescencia social, los problemas económicos. El regreso al país del General Juan domingo Perón. Las facciones en pugna. Además lo que acontecía en el mundo, especialmente en Latinoamérica, muy poco se habrá podido cumplir o implementar en materia educativa. De cualquier manera, se iniciaba una propuesta interesante de cuestionamiento que, en el futuro hubiera dado frutos importantes para la educación de nuestro pueblo, acostumbrado por años a constituirse en factor pasivo del proceso enseñanza-aprendizaje.

En 1976, se educaba “para el orden”, con fuertes visos de autoritarismo, es decir, el proyecto y el sistema estaban al servicio de la dictadura. Si la educación es una forma de liberación del hombre, que podíamos esperar de esos momentos tan aciagos para la república.
Restituido en 1983 el estado de derecho, la educación, se pone al servicio de la democracia, así venimos andando hasta nuestros días.

Ahora bien, desde estas consideraciones, se impone definir el función y el destino de la educación en tiempos globalizados o “posmodernos”.
Si miramos desde la nación, lo esencial, establecer un proyecto de nación y educar al pueblo para ese proyecto, lo mismo vale para la Provincia. En éste caso, resuelto el proyecto provincial, la educación debe estar al servicio de la identidad, la democracia, la libertad, el trabajo, la solidaridad, el crecimiento, la productividad y, especialmente, la justicia social.
Con proyecto consensuado porqué no educar, no formar al hombre para ese fin?. Educar desde la cultura, afirmándose en la identidad, desarrollando la creatividad en solidaridad.

Hoy se hace imprescindible reconocernos profundamente en nuestro ser, asumir la realidad el compromiso solidario del aporte y establecer así alternativas a la tendencia, cada vez más perjudicial de la globalización salvaje.
Con las propuestas de cambios educativos, hemos perdido tiempo y dinero. Se habló de “transformar”, pero, en realidad, no se hizo el gran debate sobre los intereses culturales nacionales, las realidades regionales, las necesidades del pueblo, para transformar con acierto, no se cambió la orientación. Concienciar para consolidar, la democracia, la libertad, la solidaridad, el crecimiento, la productividad, la creatividad, la integración y la justicia social.

Aún cuando hablar de identidad, pareciera una utopía, en el contexto de la globalización, como nunca tendríamos que trabajar la identidad, para que esa integración planetaria no constituya un elemento autoritario de imposición, aculturación y avasallamiento. Jaime Barylko, sobre el tema reflexionaba sabiamente: “La reforma educativa debe originarse en el corazón de los hombres.
 
Los hacedores de educación son los maestros, los profesores. Es allí donde debe producirse la reforma, los ejes ,son el docente y el niño, y es a ellos a quienes hay que cuidar. El proceso educativo tiene que sincerarse. El permisivismo, el abandono, el que los jóvenes se arreglaran solos fue la gran fuga de medio siglo argentino que, culpable por los desmanes que las fuerzas del terror le causaron bajo su más piadoso y recatado silencio, brotaron como reivindicación fácil. La sociedad debe plebiscitar qué educación quiere para sus hijos.

Educar es conservar las tradiciones para mejor transformarlas, aquello que nos separa es también lo que nos une. Juntos hacemos la historia, ese tiempo que nos conecta. Ello configura la cultura, el saber, el pensar, las costumbres, los valores. Educar es conservar. El primer instinto es el de conservación y perduración.

Estimo auspicioso profundizar la alianza estratégica entre educación y la producción. La educación debe ponerse al frente de la redefinición del perfil productivo. La enseñanza debe contribuir a la síntesis y la lógica de esa inquietud de cambio para adaptarnos inmediatamente a la evolución. Durante el proceso se debe integrar la capacitación y formación permanente para garantizar éxitos en el nuevo tiempo.

Las escuelas –lo está proclamando el gobierno provincial- “deben convertirse en unidades de producción que funcionen como verdaderas unidades económicas, transformándose en polos de desarrollo, fuentes generadoras de empleos y de pequeñas y medianas empresas en la región de influencia”. José Martí, notable americanista, proclamaba, hace más de cien años, la conveniencia de que la escuela estuviera vinculada al trabajo.

En cuanto a la problemática cultural, el doctor Insfran, gobernador de Formosa, expresaba el 1º de mayo de 2003, “La parálisis cultural que padecemos actualmente no es, como vemos, fruto de nuestra apatía y desinterés, sino que es promovida por el imperio que sabe que, donde exista una cultura viva y actuante que, mantiene en vivo sus caracteres originales, está presente el verdadero enemigo. sabe que si logra colonizar la mente y el espíritu del pueblo es decir su cultura, lo demás le será dado por añadidura.

De lo contrario, nada duradero puede proyectar y queda expuesto a la humillación y a la derrota. De esto el siglo XX muestra varios y aleccionadores ejemplos. La decadencia de la cultura nacional, sin personalidad ni creatividad, debe ser vista como un problema de primer orden. Resulta esencial recuperar la identidad, enraizarnos otra vez en nuestra historia y nuestra tradición. Es vital motorizar un profundo debate de ideas cuando advertimos la nueva ideología que amenaza nuestra libertad, al pretender imponernos una suerte de parálisis mental en lo interno y un resignado acatamiento en el exterior”

Hoy tenemos la gran oportunidad de establecer el inicio de un proceso educativo que nos contenga a todos a través del Proyecto de la Ley General de Educación que está en marcha y al que el pueblo formoseño apoya unánimemente.

El gran desafío de la escuela, en los tiempos pos modernos, será recuperar su lugar dentro del proceso, recreando los valores esenciales de la identidad, que nos otorgue alguna posibilidad en el acontecer “globalizado”. En estas circunstancias, pareciera –por lo menor lo vemos en la realidad- hay que aceptar todo sin cuestionamientos y en homenaje a la dignidad, tendría que ser lo contrario no caer definitivamente en la dependencia cultural. Si bajamos los brazos, ¿qué será de nuestro pueblo y de nuestros hijos?, ¿cuál será el legado?, ¿Como daremos cuenta de la tradición, de la herencia que nos dejaron nuestros mayores?

La globalización se instaló para quedarse. Manos a la obra, no cedamos valores, ni nos donemos. Promover la defensa hará fortalecer su cohesión y lazos solidarios, ayudando a resolver los problemas y necesidades dignamente y a definir objetivos históricos comunes. La cultura es conciencia de una identidad, de un proyecto de valores que se desea preservar y desarrollar. La educaciones la herramienta mas importante.
 
8 -Enero de 2005
 
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