En la urgente y bulliciosa soledad de la Urbe del Plata, la madrugada del 04 de octubre abría un surco de luz hacia el infinito y ubicaba en el cielo de la Argentina a la estrella más refulgente de la simbología cultural formoseña... Al sonar la segunda campanada del reloj de la torre de una antigua iglesia colonial, abandonaba la historia Don Mario Esteban Bejarano para trasponer el umbral de la leyenda y unirse para siempre a los emblemas paradigmáticos que sustentan la identidad de los habitantes de esta tierra.

Formosa despertó con el corazón herido por la realidad. Uno de sus hijos dilectos se había ido. Con incredulidad los transeúntes de las mañanas pasaban por la esquina de Belgrano y Deán Funes buscando la figura del hermano, del poeta, del artista, del amigo querido en el rellano de la puerta de su casa paterna, donde cada mañana compartía con todos el profundo amor por su tierra. Pero no estaba... solo el canto particularmente triste, de un zorzal desde el patio retenía entre las hojas a su espíritu reverdecido.
Sobre el viejo escritorio lloraba la antigua máquina de escribir, y una breve ráfaga de viento elevó por el aire un poema inconcluso que hablaba de duendes antiguos, de amores nuevos, de paisajes gloriosos y de la esperanza del hombre de la tierra que siempre es verde.
 

Los ojos formoseños estaban nublados por el llanto, desasosiego, asombro, soledad inenarrable. A la media tarde una bandera formoseña orgullosa encabezaba la doliente caravana que acompañó su restos hasta el centro de la ciudad, pero se podía sentir su espíritu flotando sobre las calles silenciosas.

Se fue Don Mario Esteban Bejarano, voló a la Tierra sin Mal donde habitan los espíritus que rigen las riquezas del alma de los pueblos. En cada confín de Formosa habitará para siempre su recuerdo, su legado de artista sin igual, de su pluma en la prosa y la poesía que nos enseñara del amor por su gente y por su tierra, de su esperanza de padre y de su incomparable amor de amigo.

Los que bebimos de tu savia terruñera, los que compartimos tu vino de hermandad, los que fuimos un poco tus hijos y nos apropiamos de tu sabiduría y de tus logros supremos, queremos humildemente rendir nuestro respeto y nuestro amor. Nunca morirá tu recuerdo en los corazones Formoseños. ¡Hasta siempre Don Mario Esteban Bejarano!

 
 
Del Porteño un murmullo cantarino
Desliza serenatas en la fronda
Y en breves remolinos juegan rondas
Los sábalos del fondo cristalino

De un ceibal florecido vuelan trinos
Desgranando su eco en las barrancas
Y un fresco matorral de flores blancas
Aroma de lujurias el camino

Herido el monte sangra, argentino,
Mil puñales de luz lo van cortando
Y en sus vivos colores trastocando
Las gotas del rocío matutino

Amanecer de olores campesinos
Rorá pirú con leche y torta frita
Y una oración que canta a la Bendita
La devoción de un pueblo peregrino

Su pluma sin igual, señal y sino
Destila amor raigal, sabiduría
Rumor de aldeas riegan su poesía
Su prosa es corazón de un pueblo-niño

Mario Esteban poeta empedernido,
Mario Esteban la pluma de la prosa
Quijotesco Chaman de mi Formosa
Palabra de mi pueblo renacido

  De este paisaje-amor nació aquel niño
Predestinado artista y trashumante
Poeta, soñador, lírico amante
Traficante de versos y cariños

Fermentada en matices pueblerinos
Su labia legendaria de frontera,
Llevando a Siete Palmas por bandera,
Embriagó a mi Formosa con su vin

Libre su ser, forjó gloria y destino
Amparado en la luz de su paisaje
Alma y voz del tosco paisanaje
Creo su propia estrella en los caminos

Y esa estrella en fulgente remolino
Iluminó sin par el firmamento
Y fue Cosquín basal del monumento
Que El formoseño dio a los argentinos

Soy parte de este pueblo agradecido
Que bebe de tu néctar la esperanza,
La identidad que vive en tu constancia,
Y es plural en tu espíritu encendido

Agradezco el haberte conocido
El norte que me diste con tu esencia
Dios bendiga la luz de tu existencia,
Memoria del amor, jamás olvido


Mario Esteban Bejarano
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7 -Enero de 2005
 
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