LILIANA BODOC A TRES AÑOS DE SU PARTIDA

El Tiempo no tiene una sino sus muchas ruedas. Una rueda para las criaturas de corazón lento, y otra para las de co¬razón apresurado. Ruedas para las criaturas que envejecen lentamente, ruedas para las que se hacen viejas con el día. Digo esto porque habrá quienes quieran saber cuánto tiempo transcurrió desde que los husihuilkes regresaron a Los Confines, después de la guerra contra los sideresios, hasta el día en que Kuy-Kuyen se irritó por la torpeza con que Wilkilén desgranaba el maíz. Si me preguntan esto deberé responder que los hom¬bres contaron cinco cosechas, el tiempo de ver crecer a un niño. Pero deberé agregar que las luciérnagas contaron cientos y cientos de generaciones muertas, un tiempo per¬dido en sus memorias. Pero Misáianes apenas había alcanzado el sueño cuando el dormir se le pobló de presagios, de náuseas y de advertencias que lo obligaron a abrir los ojos. Frente a él había una comitiva de parientes asustados, que retro¬cedieron al verlo despertar. Ninguno de ellos quería ser el pregonero del fracaso. Ninguno quería anunciarle la derrota. No había, entre todos, quien se atreviera a decirle que Drimus se había quedado en las Tierras Fértiles, con al¬gunos hombres y sus perros. Y que Leogrós había hecho el viaje de regreso para enfrentar su castigo. Misáianes tuvo que increparlos para que balbucearan la desgracia. Cuando escuchó y comprendió lo que había sucedido, el Odio Eterno se revolvió en su nicho de roca hasta abrirse la carne. Mientras esto ocurría, los husihuilkes volvieron a abrir surcos, pusieron semillas y levantaron una cosecha. La primera después del final de la guerra. Luego Misáianes rugió. Todos en sus dominios se pro¬tegieron la cabeza entre los brazos, y aun así cayeron ven¬cidos por el dolor. Y mientras Misáianes rugía en la cima de un monte de las Tierras Antiguas, los husihuilkes de Los Confines vieron madurar la segunda cosecha. Pero un día Misáianes se apaciguó. Comprendió lo que debía hacer. El hijo de la Muerte recuperaba la cal¬ma, y en el sur de la tierra la tercera cosecha de zapallos recuperaba su dulzura.Cuando Misáianes ordenó que buscaran a su madre y la llevaran frente a él, la gente de Los Confines esta¬ba cantando. Se pasaban de mano en mano los zapallos nuevos y apilaban los frutos del maíz en montones de abundancia. La madre acudió al llamado del hijo. Para entonces, los hombres del sur se preparaban para levantar la quinta cosecha, las luciérnagas habían perdido la cuenta de sus siglos, la montaña era casi la misma. Y Kuy-Kuyen se eno¬jaba porque Wilkilén desgranaba el maíz fuera del cesto Los días de la sombra Ese es un texto de Liliana Bodoc, la mejor opción es conocerla a través de su escritura, de esa maravillosa prosa poética con la que nos interna en el territorio literario. Quisimos recordarla con un brevísimo fragmento de la Saga de los Confines, pero recordar también que nació 23 de julio de 1958 en Santa Fe, Argentina y que nos dejó muy joven, un 6 de febrero de 2018, en Mendoza. Fue escritora y poeta especializada en literatura juvenil y también tenía textos para niños, pero los adultos nos enamoramos de su obra, además o en su génesis fue una persona maravillosa y militante tanto de las letras como de la humanidad misma, sensible y atenta, a la vida y a las personas (sobre todo) con las que se encontraba. Con su trilogía La saga de los confines se mostró como la revelación argentina en el género de la épica y la literatura fantástica, sus libros fueron traducidos al alemán, al francés, neerlandés, japonés, polaco, inglés e italiano, entre otras lenguas. Podemos hablar mucho de su obra, pero esa tarea se la encomendamos a los lectores, ya que lo más importante es leerla, porque en sus páginas es donde sucede la magia.

17-02-2021 | Cargada en Prensa Cultural - Fuente: Subsecretaría de Cultura