Julio Alberto Ortiz
 
 

La toponimia de Formosa nos permite distinguir la influencia de las vertientes poblacionales que osaron instalarse en el Chaco Central. Ello es posible porque cada localidad del interior provincial lleva, en la mayoría de los casos, el nombre que sus propios habitantes que le asignaron. Lógicamente existen excepciones, especialmente poblaciones ubicadas sobre la línea férrea, pero en general, la voluntad de aquellos pioneros que habitaron inicialmente una inhóspita región se ha respetado.

En 1977 se dispuso mediante el Decreto N° 3138, sustituir los nombres de ochenta y seis localidades. Esta experiencia, originada en el seno del Poder Ejecutivo, fue muy resistida. Por la características del Gobierno de entonces, los Intendentes aportaron información y sugirieron nombres para nuevas denominaciones, pero sabían que la implementación de estas iniciativas no solo iban a encontrar un rechazo generalizado, sino que en su esencia misma carecía de sentido.

Una rápida enumeración de los topónimos (nombre propio del lugar) formoseños nos va a entregar señales de dos grandes corrientes poblacionales que avanzaron sobre el interior del territorio. En el oeste resulta notorio la influencia salteña-santiagueña. Pozo de Maza, Pozo de la Yegua, Pozo del Tigre, Pozo del Mortero, Pozo de las Botijas, Pozo de la Negra, Pozo Verde, El Quemado, El Chorro, Las Lomitas, son solo algunos de estas presentaciones. En la zona este de Formosa la cultura guaranítica se hace presente desde el mismo nombre del pueblo. Riacho He-He, Casco Cué, Mercedes Cué, Chuqui Cué, Loma Zapatú, Julio Cué, Gaujhó, Loro Cué, Pirané, Apayerey, entre otros.

Las características multiculturales de la provincia nos circunscriben en esas dos corrientes el origen de nuestros topónimos. Del idioma del nativo tenemos El Cogoik, Laishí, Los Chiriguanos, Sombrero Negro, entre otros. Todo ello nos permite entender como esas cuestiones tan sencillas, ya sean pequeñas elevaciones de terreno (Las Lomitas), un campo quemado (El Quemado), un árbol con una marca (Mistol Marcado), sirvieron para identificar un punto geográfico.

El resto lo hizo lentamente el habitante lugareño y mucho después, llegó la oficialización por parte de alguna autoridad. Como dato ilustrativo, digamos que la provincia de la Pampa esta dividida en 22 departamentos; uno de ellos se denomina “Capital” y los restantes 21 llevan nombres aborígenes. Podemos así entender por que una errónea determinación, como aquella de 1977 en nuestra provincia, consiguió tantos rechazos.

 

Los rasgos culturales de la zona este de Formosa contienen herencias de inmigrantes paraguayos y negar nuestros propios orígenes cerraría la comprensión de nosotros mismos.

Como hemos dicho, tenemos pueblos cuyos nombres representan un homenaje a determinadas personas. Algunos fueron impuestos compulsivamente; otros nacieron de sus propios habitantes. Mayor Vicente Edmundo Villafañe, una localidad importante del sur de la provincia, tiene el nombre que la misma comunidad fue instalando.

En un lugar cercano adonde hoy se emplaza el Hospital Zonal, Villafañe levantó la mayoría de las instalaciones. Logró acumular miles de animales vacunos con escasa infraestructura. A pesar de los deseos de sus ocupantes, estas tierras nunca fueron transferidas a sus nombres por el Estado Nacional. Numerosos intrusos agrupados en un sector de la explotación ganadera formaron una pequeña Colonia; lo mismo ocurrió en otro extremo y, así, mientras el Oficial Retirado perdía casi todas sus posesiones, se fueron formando grandes colonias dentro del extenso campo a las que se las llamó “Colonias del Campo Villafañe”.

Más tarde, el lenguaje popular hizo el resto: “Colonia Campo Villafañe”, Colonia Villafañe o simplemente Villafañe, hasta el nombre actual del Mayor Vicente Edmundo Villafañe. Un caso distinto lo encontramos con los homenajes a los principales responsables de las obras del Ferrocarril Formosa – Embarcación.

El Jefe de tan importante emprendimiento fue el Ingeniero Faure, quien amó a Formosa, y fue propietario de un inmueble ubicado en Saavedra y Moreno. Si bien se radicó en Córdoba, visitó esta ciudad hasta poco días antes de su muerte. El nombre de Faure fue asignado a una localidad ahora casi inexistente el Subjefe fue el Ingeniero Juárez, hoy la más importante localidad del extremo oeste formoseño.

Tal vez los nombres de Estanislao del Campo, o Mariano Boedo, en un principio no hayan estado muy ligados al sentir de los primeros pobladores, pero resultaría cuanto menos un acto imprudente cuestionarlos. La medida adoptada en 1984 por el Ejecutivo Provincial, en el sentido de restituir los antiguos nombres a sus pueblos (salvo que la propia comunidad resolviera lo contrario), demostró cuan profundo se encuentran enraizados los topónimos originales. La casi totalidad de los pueblos retornó a su primitiva denominación.

 
   
     
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-Septiembre de 2005
 
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