Dr. Alberto M. Zorrilla

Al parecer nos invita a incluirnos en una sociedad marcada por el indi-vidualismo, el egoísmo, la avaricia, donde reina el “sálvese quien pueda”, y todo vale para pertenecer al selecto grupo de los incluidos aún a expensas de los demás que, por esa acción, se transforman en excluidos.

¿Cómo se sabe si estamos incluidos o excluidos?, los que dicen que saben, nos plantean umbrales econométricos, desde: tantos pesos, somos pobres, o miserables o quién sabe que otros calificativos irán a encontrar. La cuestión es que parece que ese umbral a traspasar está cada vez más alto, por lo que se vislumbra un horizonte cada vez con menos incluidos y por consecuencia más excluidos.

Viéndolo de este modo la antinomia es falsa. Porque el sistema necesita de los excluidos para seguir perdurando; por otra parte, para ser un incluido debemos ejercer, como decimos más arriba, el egoísmo, la avaricia, el individualismo a ultranza, es decir debemos depender de estos disvalores, porque si no se los practica, otros lo harán y nos volverán excluidos; debemos volvernos esclavos de esa forma de vida para mantenernos en la ansiada inclusión.


Además existen reglas de juego externas a nosotros mismos que deben ser acatadas, por ejemplo el libre mercado, donde como decía el Gral. Perón: la libertad del zorro en el gallinero, donde las gallinas sufren la libertad que tiene el zorro de comerlas a su antojo.

El Modelo Formoseño en cambio plantea una socie-dad distinta, basada en el amor expresado en actitudes constantes de solidaridad, donde la organización de la comunidad está dirigida hacia la construcción del bien común, donde a cada uno nos importe lo que le pasa al otro, con la convicción que nadie se realiza en una comunidad que no es verdadera, donde podamos desa-rrollar un mercado legítimo, un espacio donde todos podamos ofrecer y acceder a bienes y servicios. La propuesta entonces es inclusión con liberación.

 

En este modelo la exclusión es impensable, ya que la convivencia está basada en la actitud de servicio, que es la que nos lleva a la libertad, mientras se ejerza esta vocación de servir al otro no pueden existir excluidos; en definitiva, la liberación se da en la medida en que construyamos desde nuestros corazones, el Hombre Nuevo Formoseño, reemplazando las ataduras del hombre viejo, que son la avaricia, el egoísmo, la envi-dia, el chisme, el individualismo, por los valores que también tenemos en el corazón, pero que nos cuesta expresarlos, tales como: la generosidad, la solidaridad, el amor, que nos lleva a ponernos en el lugar del otro con espíritu de ayuda.

Encontrar el sentido de la vida en el servicio a los demás y alegrarnos en esa actitud. La medida de la inclusión, en el Modelo Formoseño no está dada por cuestiones económicas solamente, sino por el grado de desarrollo integral de cada familia y por ende de la comunidad. Es la visión integral del hombre la que guía los esfuerzos que se hacen para desarrollar el Proyecto que da sustento legal y de infraestructura al Modelo.

Todas las obras de infraestructura como los caminos, la energía eléctrica, el manejo de las aguas superficiales, la obtención de nuevas fuentes confiables de agua del subsuelo profundo, las comunicaciones, el apoyo a la producción y a la obtención de nuevos mercados para nuestros productos, así como la creación de ámbitos de defensa de los intereses de los más humildes como la creación de las Subsecretarías de Derechos Humanos y de Defensa del Consumidor y el Usuario están orientadas hacia la dignificación del Hombre Formoseño, el fortalecimiento de su familia y la organización de la comunidad.

Si otro fuera el objetivo, nada de lo hecho ni por hacer, tendría sentido, todo el esfuerzo de un pueblo y su gobierno sería vano y pasaría a la historia como otro capítulo perdido de la Revolución inconclusa. Creo que los formoseños tenemos la oportunidad histórica de consolidar esta revolución desarrollada con amor hacia nosotros mismos y a las generaciones que vendrán.

     
 
 
     
9 -Noviembre-Diciembre de 2005
 
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