La
verdad, el Tata siempre fue un hombre de perfil bajo, pero
sobresaliente-aunque pienses cómo se puede ser ambas cosas
simultáneamente. Lo conocí desde chico y nunca comentó
nada sobre política en las oportunidades compartidas, tal
era y es su respeto por la opinión de los demás, y
eso que el hombre fue siempre de un solo partido.
Se fue con su mujer a vivir a Buenos Aires cuando
se le casaron las hijas, allá por 1992, y se veía
venir que se quedaban nomás allá lejos. Estaba casado
con Berta, una dama muy firme y sonriente, que lo dejó al
cumplir sesenta años de casados, fíjate que estaba
mal de salud desde hacía tiempo, pero esperó hasta
el otro día del aniversario para dejarnos, comentaba.
Su
origen, como el de muchos de nosotros es humilde, su madre,
una mujer afectuosa y de carácter fuerte, que según
él lo marcó para siempre, su padre murió cuando
el contaba alrededor de diez años. Esta mujer apechugó
y lo envió a estudiar a Corrientes donde se recibió
de Maestro Normal, así con mayúsculas, porque según
Emilio Lugo "maestros eran los de antes".
En
esa época los argentinos cumplían con el
servicio militar y él que no contaba con ningún padrino
no se escapó, le tocó nomás. Lo designaron
en el Distrito Militar 67-de Formosa, un lugar no muy sacrificado.
Pero la suerte no sigue siempre y al poco tiempo todos van a parar
a una Compañía del Ejército en Las Lomitas,
una de esas compañías del ejército llamadas
de castigo. En 1939 no existía la Ruta 81 y la única
manera de viajar era el ferrocarril.
Los oficiales y suboficiales que venían
a Las Lomitas tenían algún San Benito que los crucificaba,
y allí, sin comerla ni beberla, cayó junto con su
inolvidable amigo el joven maestro Arévalo. Creyó
que en Las Lomitas terminaba el drama, pero recién comenzaba.
En
toda unidad del Ejército la recepción normal
en la Compañía se refería a la pregunta "a
ver recluta cuál es tu profesión ".
En realidad el milico novato cree que cuando uno
menciona contar con estudios lo pasa mejor, es al revés:
A la respuesta "maestro normal mi Coronel", la orden fue
" Ud. va al Fortín Pilcomayo".
Noventa kilómetros al noroeste, transitando
picadas en el monte a lomo de mula - que como vos sabes, son bastante
argeles -. Tardaron varios días en llegar
-siempre junto al soldado-maestro Arevalo- y, recién cayeron
en la cuenta del destino al ver la bandera ondeando en la punta
de una palma muy alta. Les fue entregado un fúsil, municiones
y alojado en una piecita que formaba parte del único edificio
con paredes enchorizadas.
Con la indicación de andar siempre armados
"porque la indiada del otro lado del Pilcomayo andaba alzada".Por
el cauce del Río Pilcomayo circulaba el agua, limpia y dulce,
se comía pescado fresco que pescaban con cestos en la corriente
los aborígenes mansos de este lado. Hoy el viejo cauce es
solo un recuerdo perdido en el tiempo, ya no existe y en su lugar
se ven restos de árboles mutilados y arena aluvional.
Su nombramiento como docente llegó poco antes del
fin del servicio militar, y junto con su amigo Arévalo, -el
padre del conocido "paca ha'- fueron destinados a la Escuela
de Mirasol, cerca de Riacho He He. Por supuesto, no existía
ruta ni transporte, otra vez a caballo pasando por el campo del
amigo Arévalo y luego de descansar, partir nuevamente, durmiendo
en la casa de algún criollo en el camino. El tiempo de inundaciones
no les brindó ninguna alegría en su largo trajinar.
Ya cerca del final y con la Escuela a la vista, mojados
por la lluvia , muertos de frío, llegaron a un boliche de
campo donde trataron de comer y tomar algo para calentar el cuerpo.
El Tata pidió "un vermouth con alguna picadita",
y al ser presentado al dueño como el nuevo maestro, este
sin pensarlo se dirigió al acompañante manifestando
en guaraní -esperemos que este no sea tan curda como el que
se fue-.
El
aspecto personal del Tata Salemí siempre fue una
suerte de orgullo personal, igual que su manera de hablar, en consecuencia
lejos estaba el bolichero de inferir que aquel entendiera el guaraní
y en consecuencia interpretara el significado. Pese a la edad, nuestro
hombre guardó silencio.
Pasado el tiempo, el Tata le recordó esta metida de pata
al comerciante, con la sorpresa y "la alegría del bolichero",
pero el tiempo los había amigado. Mucho tiempo dio vueltas
por el interior, diferentes escuelas lo tuvieron trabajando hasta
que volvió a Formosa capital.
Hombre
de ideas firmes y respetuoso del pensamiento de los demás,
de convicciones dignas de ser mencionadas para que alguno se eduque
y entienda que no todos deben pensar igual, sino el mundo sería
muy aburrido. |
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Esas
condiciones le permitieron forjar muchas amistades en
el tiempo. Hoy no le alcanza el tiempo para cumplir con todos
los que aún viven aquí, en su tierra.
El
hombre participó de la política partidaria
y logró el respeto por su forma tan personal, formó
parte del aquel equipo de oro de los formoseños, con Don
Julio Pereira; Don Osear lanelli y tantos otros que él
nombra como si recién se hubieran separado.
Vientos de cambio, dicen los que escriben, se
acercaron al territorio nacional de Formosa. Llegaban rumores
de apoyo nacional para lograr la provincialización, rumores
que se fijaron en el ánimo de muchos formoseños.
No era realmente un clamor, era un rumor entre
muchos que aún de diferentes ideas políticas pensaban
que algunos de los llegados como interventores nacionales se nombraron
a dedo, en base los intereses de otras personas ajenas a Formosa.
La foto de los participantes tomada en Buenos
Aires, nos muestra a muchas personas a quienes uno conoció
directamente y otros de vista, no éramos más de
treinta y cinco mil habitantes, la mayoría venidos del
otro lado del río. Todos con hijos formoseños o
aformoseñados, el nivel de educación o muy alto
o muy bajo, y muchos analfabetos. Así lo indican las estadísticas
del Ministerio del Interior.
Muchos pensaban que crear una provincia con esos
coeficientes era una utopía, pero para llegar a algún
lado hay que empezar por salir caminando. Nos indicaba el amigo
Tata. La reunión para nombrar autoridades se realizó
en el Cine Italia, que ya tenía el frente de hoy, nuestro
amigo estaba ausente de Formosa, pero pese a ello lo eligieron
Presidente de dicha comisión. Una frase luego muy utilizada
en otro tiempo, fue: por algo será.
De
allí el viaje sin plata y a pulmón, llegando
a Resistencia sin forma de seguir algunos, y logrando el apoyo del
Ministro de Economía del Chaco, Don Constantino Kosameth,
que tiempo después vendría a vivir a Formosa y cubriera
cargos de tanta importancia, para seguir viaje.
Luego
el encuentro con el Presidente Perón, la presencia
en el acto de un montón de formoseños residentes en
Buenos Aires a quienes nadie había invitado oficialmente,
la acción determinante del presidente. Y el regreso con la
gloria...
La revolución del cincuenta y cinco nos
deja nuevamente con otro interventor federal, pero ya por Ley éramos
provincia. El tiempo había alcanzado para lograr el sueño
de algunos y la esperanza de otros. Cuando vuelve la normalidad
política, se elige a los convencionales para decidir sobre
nuestra Constitución Provincial y viene el primer gobernador
.
La rueda siguió girando con diferentes facetas
e ideas, todas ricas, porque aún la desacomodada sirve para
saber lo que no hay que hacer. Hoy veo al Tata Salemi con ochenta
y nueve años, fuerte, morocho y elegante como siempre. Lúcido,
sorprendiendo con sus comentarios y principalmente grato en su trato
con todos.
Se aprecia en él, la sorpresa por los cambios
en la ciudad y en la provincia al cabo de doce años, el ver
que el tiempo no se ha dilapidado y que pese al paso de ese tiempo
se mantiene la cordialidad tan nuestra, y que afinca a tantos.
Alguien alguna vez escribió en la Revista
Panorama, que Formosa era la bella durmiente, aún lo recuerdo
al periodista de doble apellido, transitando por Formosa, hablando
con la gente y recibiendo un trato amable. Como siempre. Y a eso
se refiere Salemi cuando habla de la cordialidad.
Esta
semblanza pretende reflejar a través de las correrías
del Tata, a todos los que participaron en el grupo de trabajo para
lograr "la independencia del poder central", que pese
a las normas que regulan el ejercicio de esa independencia, nos
permiten decidir los planes de crecimiento, elegir a nuestras autoridades
y no esperar que el maná caiga del cielo.
Muchas de las cosas tratamos de mostrarlas con
un tono rosa. El único tono que nos permite vivir con ideas
de crecimiento es ese, debemos buscar lo constructivo y seguir adelante.
Nadie encuentra felicidad en las ideas negras del
pasado, busquemos en el ejemplo de este formoseño que invita
siempre al diálogo y con una sonrisa transparente escucha
con atención a los demás.
Si él, con ochenta y nueve años tiene
la gentileza de escuchar y comentar con respeto las ideas de otros,
¿quienes somos nosotros para no hacer lo mismo?
Amigo Tata, los recuerdos nos hacen felices y el
verte mucho más. |