Justo L. Urbieta
 

Quedó demostrado a lo largo de la historia de los pueblos cuán significativo es tomar conciencia acerca del sentido que tiene la acción solidaria para alcanzar los objetivos que se propone colectivamente, cuando ellos son esenciales y superiores a los cometidos individuales.

Es cierto que hay empresas que no demandan la gestión solidaria. Pero la mayoría de ellas, para que trasciendan en el tiempo, debe estar impregnada de ese sentimiento que nace espontáneo cuando está atado por una identidad, por un ideal por una raíz que ata sus bases. No hace muchos en Francia y Holanda el pueblo demostraba a sus gobernantes que cuando están ausentes esos matices vinculantes, las iniciativas, por relevantes que fuesen, finalmente o fracasan o se dilatan en el tiempo.

Por eso es que han tenido tanto valor las causas asumidas de modo asociado, cuando sus protagonistas-más allá de sus diferencias y distingos-fueron capaces de resignarlo todo en aras de la meta mayor. Y en esa línea se inscriben cuatro hechos que se me ocurre recordar en este momento: la fundación, la provincialización-cuyo cincuentenario celebraremos muy pronto, más precisamente el 28 de este mes-la mirada nacional para evitar la pérdida del cauce del río Pilcomayo y la reparación histórica.

UNA MOTIVACIÓN ENTUSIASTA

Cuando en la actualidad se habla de la determinación de un puñado de formoseños de avanzar hacia Buenos Aires para conseguir la jerarquización institucional, parecería que fuese algo fácil de encarar. Es que los medios de transporte son variados y se puede llegar a la capital del país en pocas horas.

Pero quienes apreciamos, aún poco menos que adolescentes, ese momento histórico sabíamos que la travesía era realmente para osados y valientes. La ruta 11 era de tierra y en Puerto Velaz no había puente. Solo una pequeña y frágil balsa que permitía transponer el Bermejo en pocos minutos que parecían, sin embargo, interminables. Unos marcharon en colectivo y otros en tren. Pero convergieron hacia el eterno lugar donde se toman las decisiones argentinas. Y lograron su objetivo.

UN MANIFIESTO

En estos días los muchachos que están trabajando en la organización de los festejos por el cincuentenario de la provincialización, me acercaron la copia del texto del manifiesto que los componentes de la comisión pro-provincialización hicieron público el 19 de febrero de 1955.

Y comprobé que allí estaba la síntesis de esta gesta y una suerte de matriz para las generaciones de siempre que deben volver a este pronunciamiento-al igual que a las palabras de despedida de Fontana y a los argumentos de Gildo Insfran para convocar a la acción colectiva por el Pilcomayo y la reparación histórica-para animarse a superar los vallados y escollos que se presenten en la lucha por la evolución económica, social y cultural de esta querida tierra.

Coincidían ellos que los recursos, las riquezas, la instrucción, la capacidad cívica y los sentimientos patrióticos justificaban ya la autonomía de Formosa como provincia en el régimen federal.

 

VOCES LEVANTADAS

Evidentemente la pasión provinciana latía en cada motorizador de este hecho de 1955.”Levantemos nuestras voces para que, como clarinada estridente, se expanda por nuestras dilatadas praderas, resuene en nuestros seculares quebrachales y su eco se prolongue en el cauce de nuestros ríos, como un mensaje imperioso que sacuda las fibras dormidas de todos los territorianos y traduzca nuestro sentir, nuestras ansias y les haga comprender que la hora decisiva ha llegado y que la quietud que nos anima ha roto ya de una vez por todas los diques que la contenían y arrollando prejuicios infundados, en forma desbordante e incontenible, ha traspasado nuestras fronteras para llegar así hasta nuestro general, con todo el bagaje de nuestros méritos”, consignaba, poético, el manifiesto.

El militar aludido no era otro que Juan Domingo Perón, presidente de la Nación, quien se enteró que también los formoseños daban por descontada la aprobación a sus demandas porque le recordaron al líder justicialista que había dicho que haría lo que el pueblo quisiese.

UN JUSTO HOMENAJE

Vale la pena, pues, recordar este hecho grande de la historia. Muchos de sus protagonistas están vivos y hacia ellos se dirigirán las miradas, agradecidas ellas, de los formoseños de hoy a los que nos queda afirmar en el tiempo esa pasión por la provincia. Ha sido de tal dimensión lo que hicieron que ha quedado marcado para siempre. Aunque no haya habido reconocimientos insistentes, todo llega a su medida y armoniosamente.

Vale también el desafío planteado en el manifiesto en el sentido de que la unidad en común anhelo en esa decisión calificada como improrrogable. Reconocían que nacían de ese modo derechos a constituir las propias autoridades con los propios hombres de esta tierra porque entendían que nadie como ellos para sentir con intensidad las necesidades, problemas y aspiraciones de los formoseños. Es tan simple y tan mayúsculo lo que manifestaron, lo que hicieron y lo que lograron.

 
 
7 -Mayo de 2005
 
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