La
ciudad tenía apenas una década y media
de vida. El movimiento comercial trataba de ordenarse sobre las
dos primeras cuadras de la calle España, la misma que por
entonces se llamaba “Comercio”. En el mercadito, o
en los inmensos patios de los vecinos, se comentaban los diarios
acontecimientos que tenían como protagonistas a “los
municipales”.
Por aquellos años la ciudadanía
elegía a los miembros de la Corporación Municipal
y al Juez de Paz. En 1895 el gobernador anuló unas elecciones
locales, argumentando irregularidades en el proceso. Al frente
del proceso de normalización lo puso a Felipe Santiago
Oliva y le encomendó convocar a una nueva elección,
para cubrir ambas instituciones.
Felipe Oliva, que explotaba el mercado municipal
y tenía –además- un comercio sobre la calle
Belgrano, con envidiable paciencia había logrado entre
los parroquianos, tantas adhesiones como odio. Desde su flamante
cargo Oliva convocó a elecciones pero, imprevistamente,
con pocos días en sus funciones, el 24 de agosto renunció
indeclinablemente. Nadie entendía nada. Solo Carlos Cleto
Castañeda percibió el objetivo que perseguía
esta deserción.
Desde su estancia “El Timbó”,
Castañeda se dirigió a las autoridades comunales
oponiéndose a cualquier candidatura a Juez de Paz por parte
de Felipe Oliva, a quien lo consideraba inhabilitado para ejercer
puestos públicos. En una mezcla de razones principistas
y enconos personales, Castañeda hizo propicia la oportunidad
para reflotar viejos problemas que en la función pública
había tenido con Oliva. Sin embargo, el cronograma electoral
continuó, y el candidato triunfante fue Oliva.
Castañeda firmó una nueva objeción
contra el electo juez de Paz y logró, además, movilizar
a un grupo de adherentes a su postura, suscribiendo todos ellos
una nueva denuncia contra Oliva. Estos Temas tenían que
ser resueltos por los comunales. A propuesta del sacerdote Gabriel
Grotti, a la sazón concejal, se resolvió aceptar
lo actuado por la comisión escrutadora, establecer la fecha
de posesión y trasladar al Juzgado Letrado las dos denuncias
recibidas.
El 9 de septiembre Felipe Oliva fue puesto en
posesión como Juez de Paz del Primer Departamento y lo
primero que hizo, ese mismo día, fue denunciarlo Carlos
Cleto Castañeda ante la Corporación Municipal por
no haber cumplido sus funciones en la Comisión Escrutadora.
|
|
Efectivamente,
Castañeda no se sumó a quienes contaron los votos,
a pesar de haber aceptado esa responsabilidad. Su enojo con la
candidatura de Oliva y el escaso tratamiento de sus quejas lo
condujeron a revelarse. Ahora se exponía a una multa: el
nuevo Juez sostenía que si Carlos Cleto Castañeda
se había comprometido a cumplir con esa carga pública
tendría que haberla realizado más allá de
la suerte de sus cuestionamientos.
El tema era urticante. El problema del Juzgado
de Paz estaba ahora instalado en la Corporación Municipal.
La población estaba dividida: algunos a favor de Castañeda,
otros al lado de Oliva. Además, este último tenía
un aliado importante: el Gobernador Uriburu. Los municipales se
encontraban acorralados; algunos renunciaron y los que quedaban
no obtenían quorom. Para salvar este inconveniente, desde
la Gobernación se designó un nuevo integrante municipal
ad hoc: el Dr. Martín Ruiz Moreno.
El 11 de octubre se reunieron los municipales.
Emilio Senés dio la bienvenida al nuevo integrante y, tras
elogiar la personalidad del edil incorporado, solicitó
la separación del Juez de Paz Dn. Felipe Santiago Oliva.
Al tomar la palabra, Ruiz Moreno trató de poner paños
fríos. Contestó a Senés que no era conveniente
adoptar una medida apresurada; se debería recopilar documentación
inherente al caso y luego hacer un estudio detenido de la cuestión.
Senés redobló su apuesta. Hizo
un detalle de algunos acontecimientos que involucraban a Oliva
y extrajo de un bolsillo un documento legalizado, fechado en esa
misma jornada, que decía: “el Jefe Interino de la
Policía RESUELVE: 1º) Condénase a Dn. Felipe
S. Oliva a cinco días de arresto, conmutables por multas
a razón de Pesos Tres ($39 por día por las faltas
de escándalos y ebriedad cometidos en la vía pública.
Firmado Ernesto Rossi – Jefe de Policía”
Ruiz Moreno, asombrado ante este argumento, no
encontró más remedio que aceptar la separación
del titular del Juzgado. Felipe Oliva duró un mes en su
cargo, pero todos sabían que no se quedaría inactivo
ante los festejos de los adherentes a Castañeda. Para ocupar
las oficinas del Juzgado los comunales tuvieron que recurrir a
la fuerza pública. El 24 de octubre dieron posesión
a Federico Benítez, nuevo funcionario designado interinamente.
Ese
fin de año los ciudadanos de Formosa volvieron
a votar para elegir un juez de Paz titular que reemplazara a Benítez.
En enero, con la mirada fija en el piso, varios funcionarios asistieron
al juramento del nuevo juez de Paz elegido democráticamente.
Era don Santiago Felipe Oliva, el mismo que fue echado, pocos
días atrás, por algunos de los presentes.
|