El mito se origina generalmente en un hecho real o en un
personaje protagonista del mismo, a partir de allí la lengua
popular con mutaciones y agregados lo convierte en leyenda, con
su halo de misterio sobrenatural, otorgándole los ribetes
fabulosos a la narración que se trasmite oralmente de generación
en generación. El hecho o el protagonista toma la fisonomía
de cada zona, el lugareño lo interpreta de acuerdo al medio
físico donde habita, costumbres y vivencias, dándole
un matiz muy particular al relato con los giros y modismos de la
lengua regional.
Según los estudiosos del tema, la mayoría
de los mitos y leyendas son de origen universal y fueron traídos
a esta parte de América por los conquistadores, en el caso
de la región guaranítica, por los Jesuitas, que utilizaron
los mismos para disciplinar y acaso amedrentar a los pueblos originarios
que idealizaron a estos genios a su imagen y semejanza.
Así es que encontramos gran similitud entre
el “Gin” español y el “Pombero”,
entre los fantasmas de los castillos del viejo mundo y la “Póra”,
entre “Proteo”, Dios Griego del mar y el “Ypora”
de nuestros ríos, riachos y lagunas. Inclusive tienen mucho
parecido entre si las leyendas de las diversas zonas de nuestro
país, solo que con nombres distintos. Tal es el caso del
“Karaí Octubre”, “Ysy” y “Lobizon”
del Nordeste y el “Ucumar”, “Dueña del
Monte” y el “Familiar” del Noroeste, respectivamente.
Según el momento del día que se dice
suelen aparecer, se los clasifican en duendes diurnos y nocturnos.
Entre los primeros se encuentran: “Karaí Octubre”,
“Jasy Jateré”, “Ysy”, “Ypora
“, “Karaí Tuyá Bosá” y “Kurupí”.
Entre los segundos: “Pombero”, “Plata Yby Guy”,
“Pora” y “Lobizón”. Las narraciones
populares señalan a muy pocos de ellos como malignos, la
mayoría solo son traviesos y guardianes de la ecología,
a la que defienden de los depredadores.
El “Jasy Jateré”, según
la versión popular es un niño de largos y rubios cabellos,
ojos azules, que lleva un bastón de oro en donde reside su
poder. Transita la selva en hora de la siesta en busca de niños
a los que atrae con un silbo embrujado, de ahí otro de sus
nombres: “Guirá Payé”. El “Alma
en Pena”, “Anima”, “Aparecido” “Pora”
o “Fantasma” de la mitología universal, es el
espíritu de un difunto que al no hallar la paz eterna vagabundea
por los lugares terrenales que le eran cotidianos en busca de oraciones
que le hagan alcanzar el Paraíso.
La “Pora” se manifiesta con silbidos
lúgubres, quejidos, pasos, objetos que caen, aberturas que
se abren y se cierran, arrastrar de muebles, siluetas informes o
una cadavérica mujer vestida de blanco que aparece en el
centro de un haz de luz. La Plata Yby Guy” es un tesoro enterrado
por personas que luego fallecieron sin recuperar sus riquezas. Se
manifiesta de diversas formas: lenguas de fuego subiendo y bajando
por el tronco de un árbol, un perro blanco sin cabeza, siluetas
humanas decapitadas sentadas o de pie que aparecen y desaparecen
bruscamente, etc.
Estas manifestaciones son el “Alma en Pena
“ o “Póra” del difunto que de esta manera
señala a quien desee que lo encuentre el lugar exacto del
entierro.
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Para proceder a sacarlo con un rito: además de
ir solo, deberá llevar pala, machete, agua bendita para
regar el sitio indicado, velas que serán encendida y un
rosario, ante el cual deberá rezar una oración por
la paz del alma del muerto. De no cumplir con este ritual, un
ejército de espíritus encarnados en reptiles o de
insectos le impedirán desenterrar el tesoro.
El Hombre Lobo de la Mitología Universal
que en la región noreste toma el nombre de “Lobizón”
“Luisón”, “Yaguá Hu”, “Yaguá
Bicho” o “Bicho Gente” según la zona
y es la maldición que trae el séptimo hijo varón
consecutivo de una familia que hace que los martes y viernes a
la noche se transforme en un gran perro negro que visita los cementerios
para escarbar en las tumbas en busca de cadáveres de los
que se alimenta, recobrando al amanecer su condición humana.
Se lo ahuyenta haciendo la Santa Señal de la Cruz, arrojándole
tizones encendidos o botellas y solo se logra matarlo, disparándole
balas bendecidas.
El mito mas difundido del área guaranítica
es el “Pombero”, que de acuerdo a la descripción
de quienes aseguran haberlo visto, es un hombre de baja estatura,
el cuerpo cubierto de pelos negros, hasta los pies, por lo que
se lo llama también “Py Ragüé”,
lleva en la cabeza un amplio sombrero “Pirí”,
gusta beber caña, fumar cigarros y mascar tabaco. De allí
otras de sus denominaciones: “Mascadita”. Otras de
sus características es ser muy enamoradizo y lo atraen
preferentemente las mujeres embarazadas, a las que cuida celosamente.
Imita a la perfección trinos y gritos y para ganar su amistad,
la gente le deja sus “vicios” en el “anguá”
(mortero), en el “Tatacuá” (horno de barro)
y en los bananales por donde suele rondar siempre de noche.
Los genios paranormales están tan latentes
en la cotidianeidad del pueblo de la región noreste y ellos
dan como un hecho normal, certero, su presencia como la de cualquier
mascota. Común es oírlos decir: “anoche anduvo
el “Karaí” (Pombero) porque lo escuche remedando
a los pollitos” o “a la siesta en el monte me silbó
el “Jasy Jateré” y se escondió”.
Los mitos y leyendas constituyen un aspecto muy importante en
la cultura de los pueblos, por eso, opino que es bueno para la
ilustración general si conocemos los de afuera, siempre
que identifiquemos claramente los nuestros, partiendo siempre
de lo regional a lo universal, como debería ser todo aquello
que hace a nuestra identidad.
Porque resulta que actualmente la “colonización
mental” (especialmente de los jóvenes) producto de
la “penetración cultural” de la que somos victimas,
hace que sea una moda celebrar “La Noche de Brujas”,
importada de los Estados Unidos ¡ Hasta sus duendes nos
imponen, como si nosotros no lo tuviéramos! . ¿Por
qué no celebrar “la noche del Lobizón”
o del “Pombero”? ¿O a caso los genios autóctonos
son de segunda y los extranjeros de primera? Lo cierto que es
otra de las “zonceras argentinas”. He aquí
la razón de las tres películas documentales que
voy a editar: (Los Senderos de los Duendes), rescatar y difundir
algo tan arraigado en nuestra forma de ser regional: sus mitos
y leyendas.
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