Los
formoseños no somos seres genéricos,
indefinidos. En la naturaleza de nuestra condición
está incluida la situación de arraigo decidido
con esta tierra, nuestra implantación en ella es
capítulo de un proceso histórico concreto.
Ser formoseño significa también saber que
somos activos habitantes de una peculiar situación
histórica, y esta verdad, forma parte de la plena
realización de nuestra existencia.
Es decir, habitantes comprometidos y
singulares del hogar, Formosa y de la Argentina, nuestra
patria. Por lo tanto, lo que realmente nos distingue de
cualquier otro habitante del mundo es la inseparable correspondencia
con una delimitada situación geopolítica,
el intrínseco compromiso con el destino de la tierra
que nos alberga, y la ineludible referencia a una historia
específica. Con estos componentes y una existencia
impregnada de espiritualidad en plena posesión
de una conciencia moral, vamos perfilando lentamente nuestra
identidad como pueblo.
Aprendimos a valorar nuestra historia,
afirmando decididamente que las provincias somos las células
básicas sobre las que se construye la Nación,
a partir de un federalismo que une a nuestros pueblos
desde sus orígenes sobre el respeto de la pluralidad
y el proceso histórico, cultural y social particular
de cada una. Esta necesidad por aprehender el pasado,
habla a las claras del crecimiento y la madurez adquirida
en estos pocos años de historia. Y también
habla de la decisión de construir los nuevos tiempos
con premisas fundadas en valores como la herencia, la
adherencia indisoluble a esta tierra, el compromiso, la
autenticidad y la responsabilidad.
La historia es parte sustancial del patrimonio
de los pueblos. El destino de esta geografía y
de quienes la habitamos, siempre estuvo atado a los designios
históricos nacionales. Si la Nación Argentina
tardó 70 años para consolidarse institucionalmente;
Formosa, desde sus orígenes, esperó un poco
más, 75 años para ser reconocida como provincia,
y 79 años para ejercer ese rango institucional.
No sin sacrificios. Abundante ha sido el aporte de nuestro
pueblo a cada hito de la construcción histórica
de esta parte del país, sin el sustento de la política
nacional, amparado solamente en sus propias convicciones
y esfuerzo.
No somos un pueblo de historias simples.
En el transcurso de más de un siglo hemos trabajado
muy duro por nuestros logros. Aquel 1.955 de la Provincialización,
es uno de los hitos de nuestro legado. La generación
histórica que edificó aquella gesta tiene
entre nosotros a testigos vivientes, y en homenaje a aquellos
nuestros padres, y en la valoración que merece
nuestra historia, recordamos un fragmento del manifiesto
Formoseño, donde decía rotundamente: “Nadie
con más sinceridad servirá a los intereses
de nuestro pueblo que los mismos formoseños y los
que de largo arraigo participan de sus ansias e ideales
de superación”. Pasó mucho tiempo
para delinear los hijos y habitantes de esta tierra nuestro
destino. Pasaron muchas décadas y muchos desencuentros,
siempre alimentados por nuestra situación tributaria.
Hoy afirmamos que somos FORMOSA, con mayúsculas
y sabemos que nuestro destino está iluminado con
un ideario propio.
Cumplimos cincuenta años como
Provincia, estamos cumpliendo sueños y anhelos
como pueblo sabemos que nuestra sociedad descarta terminantemente
la posibilidad de repetir el pasado, pero guarda una relación
compresiva y provechosa con su tradición histórica,
en la medida en que ella encarna valores de vigencia permanente
emanados del proceso creativo de este mismo pueblo que
desde tiempo atrás persigue denodadamente su identidad.